La hermosa historia del elástico verde – Coincidencias, supersticiosas, señales de Dios….

Esta es la historia de una mujer que volvió a creer, a encontrarse con Dios y a renovar su fe después de haberla dejado en el olvido. No la encontró yendo a la Iglesia, leyendo la biblia o escuchando a algún amigo creyente. Tras un accidente que le causó un daño cerebral, tuvo que volver a aprender a hablar, a leer y a escribir pero dejo de lado su religión, archivó esta última en uno de esos escritorios viejos y empolvados que todos tenemos guardados en un rincón del cerebro.

Lo curioso de todo esto es que encontró a Jesús en el lugar menos pensado y a la hora menos esperada: al decidir irse de excursión en compañía de su hermano para recorrer el Sendero de John Muir. La meta de estos hermanos era llegar a la cima del Mount Whitneypero la meta de Dios era otra: recuperar a su oveja perdida.

El llamado de Dios puede llegar de diversas formas. Su amor para con nosotros se manifiesta de maneras que algunas veces no logramos comprender. Es casi como si Dios pensara: ¿de qué manera puedo hacer que mis hijos crean? Él se toma la tarea y se la toma muy en serio porque es Dios y no puede tomársela de otra forma. Nos da señales que únicamente nosotros entendemos y con pequeños detalles nos dice –Aquí estoy hijo mío, aquí estoy–.

Esta fue la respuesta que encontró esta mujer al hallar la liga verde en medio del camino, la misma liga verde que ella le daba a los niños en los campamentos años atrás. Y tal vez  para cualquier otra persona esa liga no significaría nada, no respondería al llamado de auxilio, no aminoraría el dolor de su hermano, no haría el camino más corto y no sería más que basura. Pero para ella lo fue todo. Fue la respuesta de Dios en medio de la tempestad, fue la señal perfecta que le hizo saber que no estaba sola, que su plegaria había sido escuchada.

 Esta historia me hizo recordar a un incrédulo profesor de filosofía al que yo no le caía muy bien por ser creyente. En una de sus clases me dijo:  –¿Qué te hace estar tan segura de que Dios existe si no lo puedes ver?–, yo le dije en ese entonces: –es como cuando sientes hambre, el hambre no es una persona que entra por la puerta o pide permiso para hablar, no la ves, solo la sientes y sabes que está allí, y yo siento a Dios, todos los días, de distintas formas–. Mi respuesta, por obvias razones, generó un debate científico. Se mencionaron las funciones del estómago, las reacciones naturales del cuerpo, etc. Pero el profesor nunca volvió a preguntarme nada más.

En ocasiones es difícil tratar de explicarle a los demás que Dios no necesita bajar del cielo y presentarse en su puerta para comprobar que es real. Él no necesita comprobar nada, así como no necesita que creamos en Él, los únicos que necesitamos creer, somos nosotros.Cada día, a cada instante Dios se manifiesta en nuestras vidas con pequeños detalles (algunas veces a través de las palabras o la presencia de otras personas a nuestro alrededor). El error de muchos hoy en día es pensar que algo sobrenatural tiene que manifestarse ante nosotros para poder creer. Por eso cuando la mujer de esta historia se detiene en medio del camino, ya no solo dice: –¡qué fantástico paisaje!– Ahora piensa:«¡soy tan amada! Soy tan amada por estar aquí, porque alguien hizo esto para que yo lo viera».

El Papa Francisco describe tres actitudes para encontrar a Jesús: «Estar de pie para acoger a Dios, en silencio para escuchar su voz y en salida para llevar su palabra a otros. Y tú, ¿en qué actitud te encuentras?.

fuente: aleteia.org

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