“La Virgen lloró en mi casa”

El relicario con las lágrimas de la Virgen estará presente el 5 de mayo próximo en el Vaticano

¿Como se vive dentro de una casa en la que ha llorado un cuadro de la Virgen? El milagro – reconocido en pocos meses por la Iglesia – sucedió a finales de agosto de 1953, en Siracusa, en casa de una joven pareja de esposos, Angelo Iannuso y Antonina Giusto, que esperaban su primer hijo.

El 29-30-31 de agosto y el 1 de septiembre, de un cuadrito de yeso que representaba el corazón inmaculado de María, colocado en la cabecera del lecho matrimonial, brotaron “lágrimas humanas”, según confirmaron los análisis científicos.

Angelo y Antonina tienen cuatro hijos, dos varones y dos mujeres. El segundo, Enzo, nos “abre” las puertas de su casa. “Cuando María eligió llorar en nuestra familia, es porque quería a la familia, Su mensaje debía darse dentro de una familia”.

“A veces mamá nos enseñaba los pañuelos con los que secaba las lágrimas que bajaban del cuadro”. Un gesto espontáneo, típico de una madre. Hoy, algunos de esos pañuelos están custodiados en un relicario, junto a algunas lágrimas brotadas del cuadrito de yeso.

Los próximos días, el relicario de las lágrimas de Siracusa estará en San Pedro con ocasión de la “Vigilia para enjugar las lágrimas”, querida por el Papa Francisco en el corazón del Jubileo de la Misericordia.

En Siracusa, las dos habitaciones del número 11 de via degli Orti di S. Giorgio, donde los padres de Enzo vivían junto a un hermano del padre, se han convertido en un oratorio, lugar de peregrinación y de oración. En una habitación aún se conserva la cama de la pareja. En la habitación matrimonial, el lugar donde sucedió el milagro, hoy hay un altar y se celebra misa a diario.

Volver a estos lugares “de familia” para Enzo es motivo de gratitud: “Parece casi imposible estar involucrado en un caso así, pero esta es la realidad, así que el sentimiento es de serenidad y de gratitud”. Por lo demás, “no tenemos ningún mérito para que nos sucediese a nosotros, no es vanagloria. Tuvimos el don de haber sido instrumentos, y en cuanto tales, después de usarse podemos ser dejados de lado”.

Alguna vez, Antonina contó a sus hijos lo sucedido ese sábado por la mañana, cuando se dio cuenta de que brotaban lágrimas del rostro de la Virgen. Pocas palabras, porque “era más que nada una atmosfera que se respiraba dentro de casa. Una atmosfera de serenidad. No faltaban los problemas, como en toda familia, pero se respiraba serenidad” reflexiona Enzo. Él, marino de profesión, se trasladó de Siracusa a Puglia, se casó y tiene tres hijos. “He tenido una vida movida, pero esto no me ha impedido vivir e implicarme con la decisión de ser padre y marido”.

Enzo y su mujer llevan “una vida normal, como la de cualquier pareja, con momentos de llanto y de alegría, con sacrificios, pero cuando se vive una alegría así, se puede afrontar todo con serenidad interior”.

Para vivir bien – dice – “es necesario levantarse cada día y decidir volver a empezar. Tenemos un Padre y a la Virgen cerca, a nosotros sólo se nos pide que tengamos un poco de confianza”. Y como él de niño respiraba la fe y la serenidad de sus padres, así sus hijos han vivido inmersos en esta atmosfera: “No es contando una historia como se transmite la fe, sino viviendo. Es una riqueza que tienes y que compartes con naturalidad”. Cuando el relicario que custodia las lágrimas de la Virgen llega a una parroquia de Puglia, él va: “Como si viniese mi mamá. Voy a verla”.

Fuente: Aleteia.org
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