La Virgen aparece en Garabandal

Uno de los casos de presuntas apariciones más complejo de la historia de la Iglesia

Entre los años 1961 y 1965 en San Sebastián de Garabandal (Cantabria, España), cuatro niñas – Conchita, Jacinta, Mari Loli y Maricruz-, dicen haber recibido apariciones de San Miguel Arcángel y de la Virgen María. Las supuestas apariciones atrajeron a multitudes y, al igual que otros fenómenos similares, hasta el día de hoy son un lugar de peregrinación para muchos católicos y ha generado tanto positivos frutos de conversiones religiosas, como también algunos fanatismos.

Las experiencias se dieron en medio de hechos extraordinarios, como la insensibilidad de los ojos a los flashes de las cámaras fotográficas, caminatas hacia atrás a gran velocidad sin mirar el trayecto, caídas repentinas de espaldas sin sufrir ningún daño, curaciones inexplicables y otros fenómenos fuera de lo normal.

Los mensajes se centraron en la importancia de hacer sacrificios y en la advertencia de que si no hay una conversión del mundo, vendrá un castigo muy grande. También con gran preocupación por la corrupción en la Iglesia y la falta de devoción eucarística, siempre enfatizaron la cercanía de un gran castigo si no se opera un cambio.

Un caso de difícil discernimiento

Uno de los mayores expertos en el tema de las “apariciones marianas”, el sacerdote y teólogo René Laurentin, ubica el fenómeno de Garabandal entre los casos conflictivos, de difícil solución.

En 1967 el entonces obispo de Santander, Mons. Puchol, respaldado por la Santa Sede, afirmó que “todos los hechos ocurridos en esta localidad tienen una explicación natural”. Y a su vez Laurentin cita textos donde en una entrevista de 1971, Conchita reconoce que la evidencia la abandonó y tuvo una retractación: “Yo fui a decir a un sacerdote que no había visto a la Virgen, que le quería decir al obispo que fue todo una ilusión, un sueño…”, y otros testimonios por el estilo que duraron casi una semana donde la vidente aparece sumergida en la confusión y la duda, esperando un milagro para confirmar si fue verdad o no.

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Laurentin confiesa la complejidad del caso, ya que Garabandal contó desde siempre con fervientes defensores con sus testimonios de conversiones auténticas, entre los que se incluyen varios sacerdotes y teólogos, así como también con fuertes cuestionamientos y críticas.

Entre las cosas que se cuestiona Laurentin cita: el entusiasmo inicial que pudo favorecer la proliferación de fenómenos extraordinarios,  las retractaciones frecuentes de las videntes y las sacudidas sucesivas de fervor y rechazo ante las supuestas apariciones. Tampoco las retractaciones son una evidencia para descartarlo, pero el proceso ha sido complejo y sin muchos resultados, ni a favor, ni en contra.

Los argumentos más negativos han sido la falta de transparencia y el anuncio de prodigios que no se cumplieron, y a eso se agregan grupos fanáticos que embanderados con Garabandal generan actitudes de resistencia y dificultades pastorales.

La prudencia de la Iglesia

La Iglesia ha aprobado poquísimas apariciones y se ha manifestado con declaraciones de falsedad, pero sólo en los casos en que lo exigía el bien de los fieles. La mayoría de las veces no se llega a emitir un juicio, simplemente se deja al discernimiento y cuidado de los pastores.

La competencia para discernir estos fenómenos la tiene primero el obispo del lugar y la Santa Sede pocas veces se involucra, salvo que la prudencia pastoral lo aconseje. Pero nunca el Vaticano se pronuncia antes de dar la voz al obispo como primera instancia de discernimiento. En este caso corresponde al obispo de Santander (80 km de Garabandal).

La Iglesia ha de examinar si el contenido del mensaje de una revelación privada no contradice la doctrina de la fe católica, porque caso de que así fuera, ya es suficiente para considerarla como falsa, independientemente de los fenómenos extraordinarios que manifieste.

Aunque la doctrina sea ortodoxa no es suficiente para declararla de origen sobrenatural. Luego habrá que distinguir los fenómenos extraordinarios de la mano de la ciencia, para comprender su origen y de qué se tratan cosas que pueden parecer sobrenaturales y no serlo.

En el caso de Garabandal la evolución pastoral ha sido positiva y se ha tornado más pacífica con el paso del tiempo. La Santa Sede no ha dado una opinión propia, sino que respalda el discernimiento de los obispos locales.

¿Y si se aprueban?

Cuando la autoridad competente de la Iglesia se pronuncia sobre una revelación privada, porque no se opone en contenido a la doctrina de la fe y porque hay un respaldo científico, se aprueba su culto y se la declara auténtica.

Pero eso no quiere decir que se declaren sus mensajes como doctrina de fe. Es decir, que no por ser aprobada una revelación privada los católicos están obligados a creerlo, porque no pasa a formar parte de la doctrina católica. Por esta razón los creyentes pueden prescindir completamente de todas las apariciones aprobadas por la Iglesia para su vida espiritual y para su crecimiento en la fe.

“La aprobación eclesiástica de una revelación privada indica, esencialmente, que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas constumbres; es lícito hacerlo público y los fieles pueden dar su asentimiento de forma prudente… Una revelación privada puede introducir nuevos acentos, dar lugar a nuevas formas de piedad… y prestar una ayuda válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de ahí que no se la pueda descartar. Es una ayuda que se ofrece aunque no es obligatorio usarla”. (Verbum Domini, 14).

¿Y si la Iglesia no se pronuncia en forma definitiva?

El caso de las supuestas apariciones en Garabandal es un ejemplo de revelación privada que ha tenido a lo largo de su historia un complejo discernimiento de los obispos locales, aunque la que se mantiene vigente es la declaración de “no sobrenaturalidad” y no hay un juicio definitivo. Mientras no haya una condena o aprobación oficial, se puede acompañar a los fieles católicos que adhieren a esta devoción y creen en sus mensajes, sin adelantarse al juicio de los pastores.

De momento los obispos no creen que haya nada sobrenatural en las presuntas apariciones, pero esto no es un juicio definitivo. Tampoco se han pronunciado en contra del contenido de los mensajes. Simplemente acompañan en el discernimiento y dan orientaciones a los fieles.

El criterio más importante

El Papa Benedicto XVI exhortaba a “ayudar a los fieles a distinguir bien la palabra de Dios de las revelaciones privadas, cuya función no es la de “completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia.

El valor de las revelaciones privadas es esencialmente diferente al de la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en ella… Dios mismo nos habla. El criterio de verdad de una revelación privada es su orientación respecto a Cristo. Cuando nos aleja de Él, entonces no procede del Espíritu Santo, que nos guía hacia el Evangelio y no hacia fuera”. (Verbum Domini, 14).

Fuente: Aleteia

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