Jesús dijo a Sus discípulos: Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salvara por él. El que crea en él no será condenado; pero el que no cree ya está condenado, por no haber creído en el Hijo único de Dios. La causa de la condenación es ésta: habiendo venido la luz al mundo, los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo aquel que hace el mal, aborrece la luz y no se acerca a ella, para que sus obras no se descubran. En cambio el que obra el bien conforme a la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. (Juan 3,26-21)
¡Queridos hijos! Hoy, en este grandioso día que ustedes me han regalado, deseo bendecirlos a todos y decirles: OEEstos días, mientras Yo estoy con ustedes, son días de gracia. Yo deseo instruirlos y ayudarlos a caminar en el camino de la santidad. Hay muchas personas que no desean entender mis mensajes y aceptar con seriedad lo que Yo estoy diciendo. Pero ustedes… Por eso los llamo y les pido que con sus vidas y con su diario vivir den testimonio de mi presencia. Si ustedes oran, Dios los ayudará a descubrir la verdadera razón de mi presencia. Por eso, hijitos, oren y lean las Sagradas Escrituras, de tal manera que, por medio de mi venida, ustedes descubran en las Sagradas Escrituras el mensaje para ustedes.¹ ¡Gracias por haber respondido a mi llamado! (Mensaje, Junio 25 de 1991)
María es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos adherimos con Ella al designio del Padre, que envía a su Hijo para salvar a todos los hombres. Como el discípulo amado, acogemos (cf. Jn 19,27) a la Madre de Jesús, hecha madre de todos los vivientes. Podemos orar con Ella y a Ella. La oración de la Iglesia está sostenida por la oración de María. La Iglesia se une a María en la esperanza (cf. LG 68-69). (CCC: 2679)
4. Letanía de la Santísima Virgen
Oración conclusiva: Te damos gracias, oh Padre, habernos dado a Tu Hijo y a Su Madre, a fin de que nadie de quienes crean en Ellos y los escuchen se pierdan. Gracias por cuidar de cada persona y, en Tu misericordia, por no condenar a nadie. Hoy Te pedimos que se realice todo aquello por lo que Nuestra Señora ha rogado aquí en Medjugorje y para que cada gracia que ha sido derramada aquí se difunda en el mundo. Que esto traiga frutos de santidad y Te sirva en Tu plan de salvación. Amén.
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