¡Madre mía, socorre a mis hijos!
Cuando se dirijan al trabajo
donde el deber los llama,
cuando pasen
de una ocupación a otra,
a cada movimiento que ejecuten,
a cada paso que den
y a cada nueva acción.
Cuando la prueba venga
a ejercitar su debilísima virtud
y el cáliz del sufrimientose
muestre antes sus ojos,
cuando la Divina Misericordia,
quiera instruirlos y
purificarlos por el sufrimiento.
¡Madre mía socorre a mis hijos!
Cuando el infierno
desencadenado contra ellos
se esfuerce en seducirlos
con los atractivos del placer,
las violencias de las tentaciones
y los malos ejemplos.
Cuando se dirijan a buscar
el remedio de sus males
y la curación de sus heridas
en el Tribunal de la
reconciliación y de la paz
¡Madre mía socorre a mis hijos!
Cuando se acerquen
a la Sagrada Mesa
para alimentarse con el
Pan de los Angeles,
con el Verbo hecho carne
por nosotros
en tus purísimas entrañas.
¡Madre mía bendice a mis hijos!
Cuando en la noche se
dispongan al descanso
a fin de continuar con nuevo fervor
al día siguiente su camino hacia la patria eterna
¡Madre mía bendice a mis hijos!
Que tu bendición, Madre mía,
descienda sobre ellos,
en el día, en la noche,
en el consuelo, en la tristeza,
en el trabajo, en el descanso,
en la salud y en la enfermedad,
en la vida y en la muerte
y que esta no sea repentina,
y por toda una eternidad. Así Sea
(Se rezan tres avemarias)
fuente: Aleteia
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