Señal de la Cruz: Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Acto de contrición: Jesús, mi Señor y Redentor, yo me arrepiento de todos los pecados que he cometido hasta hoy, y me pesa de todo corazón, porque con ellos, he ofendido a un Dios tan bueno. Propongo firmemente no volver a pecar, y confío en que, por tu infinita misericordia, me has de conceder el perdón de mis culpas y me has de llevar a la vida eterna. Amén
Confesemos al Señor a quien asisten millares de ángeles y aclamémosle gozosos diciendo: Bendecid al Señor, ángeles del Señor
1. Bendecid al Señor todos sus ángeles, ejecutores de sus ordenes y siempre dispuestos a obedecer la voz de sus mandatos. Bendecid al Señor, ángeles del Señor.
2. Bendecid al Señor que ha dado órdenes a sus ángeles para que nos guarden en nuestros caminos y nos conduzcan sin tropiezos por sus sendas. Bendecid al Señor, ángeles del Señor.
3. Bendecid al Señor a quien alaban todos sus ángeles proclamándolo el Dios. Eterno y el Santo entre todos sus santos. Bendecid al Señor, ángeles del Señor.
Los ángeles en la Sagrada Escritura
Tanto la Sagrada escritura como la liturgia de la Iglesia hablan mucho de los Ángeles, y les atribuyen un papel importante en nuestra vida de fe. La Biblia nos habla de ellos como de unos seres que están en torno a Dios, alabándole, y que son enviados a los hombres para nuestra ayuda.
Desde el Génesis al Apocalipsis, pasando por los Ángeles que anuncian la resurrección de Cristo, la Historia de la Salvación nos manifiesta la presencia continuada de estos seres misteriosos, espíritus puros, que no sabemos definir.
La Biblia los presenta en su actuación: los Ángeles adoran Dios, actúan de mensajeros de su voluntad, ayudan y protegen a los hombres, caminan delante del pueblo elegido y lo protegen.
Todopoderoso sempiterno Dios, que por tu gran clemencia para la salud humana nombraste al Glorioso San Miguel Arcángel como Príncipe defensor de la Iglesia, concédenos que por su saludable protección merezcamos aquí ser defendidos de todos los enemigos, y en la hora de nuestra muerte, libres y salvos, seamos presentados a tu Divina y Soberana Majestad. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
(Pedir la gracia que se desea obtener)
¡Oh glorioso príncipe, arcángel San Miguel, acuérdate de nosotros aquí y en todo lugar, ruega siempre al Hijo del Altísimo por nosotros, Aleluya, Aleluya.
V. A los ojos de los ángeles cantaré a Ti, oh Dios.
R. Y adoración hacia tu Santo Templo y confesaré Tu nombre.
Oh Dios, que con admirable sabiduría distribuyes los misterios de los ángeles y de los hombres, te pedimos que nuestra vida esté siempre protegida en la tierra por el Arcángel San Miguel que te asiste continuamente en el cielo. Por Jesucristo nuestro Señor.
fuente:aleteia
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