Me he dado cuenta de que el diablo parece tener una predilección por hacernos daño en los días que celebramos nuestra fe.
En el tiempo de Adviento, parece que el demonio toma fuerzas y ataca a darse gusto. Nos inyecta desánimo, tristeza, arrogancia, egoísmo.
Y nosotros caemos como una fruta que ha madurado y apenas se sostiene en el árbol. Le damos gusto a sus insinuaciones y nos desanimamos.
A veces me pasa también, y lucho contra este sentimiento porque sé que no viene de Dios. Lo escucho con mucha frecuencia: “paso estas fiestas muy triste”
El día en que la luz, la verdad, ha venido a iluminar este mundo, nos escondemos en las sombras. Yo que tú, haría un esfuerzo este año. Sería feliz. Compartiría con ilusión y alegría.
¡Estar feliz! Ver todos los amaneceres que pueda y leer. Leer muchos libros de espiritualidad que tanto bien le hacen a nuestras almas. Ya lo decía don Bosco:
“En el cielo sabréis el gran bien que produce una buena lectura”.
He pasado estos días en reflexiones profundas sobre nuestra fe y la eternidad, sobre la ternura de nuestro Padre celestial, sobre el sentido de la vida.
Si me preguntaras: “¿Qué puedo hacer en Adviento?”, sin pensarlo dos veces te respondería: “lee este libro”.
Cada página es como una fogata con grandes llamaradas que prenden nuestra fe, la iluminan, la alimentan y la ayudan a crecer
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