Audiencia papal
Las palabras pronunciadas hoy por Francisco a los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro para la audiencia general son: «El trabajo nos da dignidad. Quien por maniobras económicas, , para hacer negociaciones no del todo claras cierran fábricas, cierra empresas y saca el trabajo a los hombres hace un pecado grave. »
Además, el Papa dijo: «Estamos llamados a amar, a la caridad, ésta es nuestra vocación más alta y está vinculada a la alegría de la esperanza de llegar a conocer al gran amor que es el Señor.” “El apóstol Pablo en su carta a los Romanos advierte nos pone en guardia del riesgo que nuestra caridad sea hipócrita, que nuestro amor sea hipócrita. ¿Cuándo ocurre esta hipocresía? ¿Cuándo podemos estar seguros que nuestro amor sea sincero, nuestra caridad sea auténtica, que no sea “fingir”?» «La hipocresía puede meterse por todas partes, también incluso en nuestra forma de amar. Esto ocurre cuando nuestro amor es movido por intereses personales. Cuando los servicios de caridad en la que parece que prestamos son cometidos para exponer nosotros mismos o para sentirnos satisfechos. O cuando apuntamos a cosas que tienen visibilidad para mostrar nuestra inteligencia y capacidades. Esta es idea falsa y engañosa: si amamos es porque somos buenos, como si la caridad fuera un producto del hombre, de nuestro corazón. En cambio, es un regalo de Dios, una gracia. Y Dios será feliz si lo pedimos. El amor es una gracia no es sacar a la luz lo que somos, sino lo que el Señor nos dona y que nosotros aceptamos libremente.»
«La Palabra – dijo Francisco – nos invita a reconocer que somos pecadores, que nuestra forma de amar está marcada por el pecado, pero junto se hace portador de un anuncio nuevo, un anuncio de esperanza.” El Señor abre ante nosotros la oportunidad de “convertirse en instrumentos de la caridad de Dios. Y eso ocurre cuando nos permitimos curar el corazón por el Señor resucitado. Él nos permite experimentar las maravillas de su amor. Todo lo que podemos hacer por los hermanos no es otro que la respuesta a lo que Dios nos dona.»
«El apóstol Pablo no quiere regañarnos cuanto bastante animarnos y reavivar en nosotros la esperanza que necesitamos que el Señor renueve nuestros corazones a través la experiencia de su infinita misericordia. Entonces sí que volveremos a apreciar las pequeñas cosas de cada día, y volveremos a amar a Dios y estaremos encantados de llevarnos más cerca de los pobres, de doblarse a los pies de los hermanos, como el buen samaritano.»
El Papa saludó a la multitud con un augurio a los jóvenes: «Que la Cuaresma sea por vosotros un tiempo de gracia y de renovación espiritual.»
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