Oh, príncipe nobilísimo de las jerarquías angélicas, valeroso guerrero del Altísimo, celoso defensor de la gloria del Señor, terror de los ángeles rebeldes, amor y delicia de todos los Ángeles justos, mi dilectísimo Arcángel San Miguel; deseando formar parte del número de tus devotos y siervos, hoy me consagro a ti, me doy, me ofrezco y me pongo a mí mismo, a mi familia y todos mis bienes bajo tu poderosa protección.
Es pequeño el ofrecimiento de mi servicio siendo un miserable pecador, pero tú engrandeces el afecto de mi corazón. Recuerda que a partir de hoy estoy bajo tu patrocinio y debes asistirme toda mi vida y obtenerme el perdón de mis muchos y graves pecados, y la gracia de amar a Dios con todo mi corazón, a Jesucristo mí querido Salvador y a mi dulce Madre María Santísima.
Obtenme aquellos auxilios que me son necesarios para conseguir la corona de la eterna gloria. Defiéndeme siempre de los enemigos del alma, especialmente en la hora de mi muerte. Ven, oh príncipe gloriosísimo, para asistirme en el último combate, y con tu arma poderosa arroja lejos, precipitando en los abismos del infierno, a aquel ángel prevaricador y soberbio que un día postraste en el combate en el cielo. Amén.
En la tradición católica, existe una jerarquía angélica bien definida, dividida en "coros", cada uno… Read More
San Juan, dentro del cristianismo primitivo, desempeñó un papel de primerísima importancia. También en lo… Read More
El Santo Pontífice Juan Pablo II pronunció palabras sobre el dolor que, aún hoy, nos… Read More
Hay un aspecto de la Virgen María conocido por pocos. Este aspecto podría cambiar definitivamente… Read More
Hay una fuerza oculta que puede cambiar nuestra forma de pensar, de hablar y de… Read More
Cada Santa Misa es un encuentro. ¿Pero con quién? La sorprendente enseñanza de Benedicto XVI… Read More