Fue la noche del 2 de abril, hace doce años, cuando Karol Wojtyla murió.
La herencia de Juan Pablo II es un himno a la vida.
Muchas cosas podrían ser recordadas de él que ha sido fundamental, por ejemplo, para la caída del comunismo. Además podemos recordar los muchos viajes apostólicos o grandes reuniones, como las Jornadas Mundiales de la Juventud, o documentos de gran importancia y grandes iniciativas eclesiásticas, pero al final lo que sale en primer lugar es su vida, una vida real, una vida que él ha mantenido (siempre) coherente con su fe en Dios.
Muchos años han pasado desde aquel triste día. Era el 2 de de abril de 2005, cuando, bajo la mirada de los medios de comunicación de todo el mundo, el Papa murió en el Palacio Apostólico del Vaticano. Desde aquella noche hasta el 8 de abril, cuando se llevaron a cabo en su funeral, Juan Pablo II fue llorado por una multitud de más de tres millones de peregrinos, muchos católicos en el mundo y también por muchos no católicos, llegados a Roma para rendir homenaje al cuerpo del Papa.
Aquel 2 de abril Papa Juan Pablo II ha dejado un enorme vacío en nuestros corazones
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