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3 secretos de la santidad del papa Juan Pablo II

El médico y periodista español Joaquín Navarro-Valls trabajó de 1984 a 2006 como director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Él fue el primer laico en ocupar el cargo de portavoz de la Santa Sede.

En abril de 2014 ,en una conferencia dada él contó a los oyentes tres “secretos” de la santidad de Juan Pablo II:

1. Profunda oración y presencia de Dios

El santo pontífice decía que el mejor momento de su día era la celebración de la Eucaristía. Él tenía también la costumbre de llevar a sus invitados antes y después de cenar a su capilla para hacer una breve oración de dos o tres minutos.

Una vez, él estaba hablando solo con Navarro-Valls cuando pasaron por la capilla: el Papa se arrodilló para rezar y pasaron dos minutos, cinco, diez, quince…. Hasta que, de pronto, el Papa se giró y le dijo: “Discúlpeme, olvidé que estaba allí”.

2. Mucho trabajo, pero sin estrés

Aunque san Juan Pablo II tuviera una inimaginable carga de asuntos que atender, nadie jamás lo vio de prisa: él trabajaba duro, pero sin tensión, y abordaba un tema a la vez, concentrándose enteramente en lo que hacía.

Hasta cuando viajaba el Papa llevaba dos maletas llenas de papeles con los asuntos pendientes, y sólo dormía después de acabar los pendientes del día.

3. Buen humor… siempre

Ya anciano, enfermo y bastante jorobado, el Papa oyó a un obispo decirle: “Santidad, veo que está en excelente forma”. Famoso por su buen humor, el santo pontífice le respondió: “Excelencia, ¿piensa que no veo en la televisión cuán arruinado estoy?”.

A san Juan Pablo II no le gustaba cancelar las audiencias de los miércoles y, para evitar la cancelación de dos seguidas, sacaba menos de dos semanas de vacaciones al año. Un día, Navarro-Valls le preguntó: “Santo Padre, ¿sabe lo que es el estatuto del trabajador?”. El Papa polaco le respondió: “No sé, explíqueme”. Navarro-Valls continuó: “Aquí en Italia, todos los trabajadores tienen derecho a un mes de vacaciones remuneradas al año. Por lo tanto, Santo Padre, debería usted estar incluido”. San Juan Pablo II hizo una expresión pensativa y respondió: “¡Qué pena! Es que, sabe usted, yo vivo en el Vaticano y no en Italia…”.

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