El Papa se dirigió a la imagen de la Virgen que corona el monumento a la Inmaculada Concepción y rezó con la siguiente oración:
Madre Inmaculada,
Por quinte vez vengo a tus pies como Obispo de Roma,
a rendirte homenaje en nombre de todos los habitantes de esta ciudad.
Queremos darte las gracias por los cuidados constantes
con los que nos acompañas en nuestro camino,
el camino de las familias, de las parroquias, de las comunidades religiosas;
el camino de cuantos cada día, a veces con fatiga,
atraviesan Roma para ir al trabajo;
de los enfermos, de los ancianos, de todos los pobres,
de tantas personas inmigrantes de tierras de guerra y de hambre.
Gracias porque, en cuenta te dirigimos un pensamiento
o una mirada, o un Avemaría fugaz,
siempre sentimos tu presencia materna, tierna y fuerte.
Oh, Madre. Ayuda a esta ciudad a desarrollar los ‘anticuerpos’
A él te mostraste como Madre de gracia y de misericordia.
Concédenos también a nosotros, especialmente en las pruebas y en las tentaciones,
fijar la mirada en tus manos abiertas,
que dejan descender sobre la tierra la gracia del Señor
para librarnos de toda orgullosa arrogancia,
para reconocernos como verdaderamente somos:
pequeños y pobres pecadores, pero siempre hijos tuyos.
Y así meter nuestras manos entre las tuyas
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