“Queridos hijos, mi vida terrena era simple: amaba y me hacían feliz las pequeñas cosas; amaba la vida, don de Dios, también si los dolores y sufrimientos rompían mi Corazón. Hijos míos, tenía la fuerza de la fe e ilimitada confianza en el amor de Dios. Todos aquellos que tienen la fuerza de la fe son más fuertes. La fe te hace vivir en lo justo, y entonces la luz del amor divino llega siempre en el momento deseado. Esta es la fuerza que sostiene en el dolor y en el sufrimiento. Hijos míos, orad por la fuerza de la fe, confiad en el Padre Celestial y no tengáis miedo. Sabed que ninguna criatura de Dios se perderá, sino que vivirá para siempre. Todo dolor tiene su fin, y después comienza la vida en libertad, allí donde todos mis hijos vienen, donde todo retorna. Hijos míos, vuestra lucha es dura: lo será todavía más; pero vosotros seguid mi ejemplo. Orad por la fuerza de la fe, confiad en el amor del Padre Celestial. Yo estoy con vosotros, yo me manifiesto a vosotros, yo os fortalezco; con ilimitado amor maternal acaricio vuestras almas. Os doy las gracias”.
La Virgen ha bendecido a todos los presentes y todos los objetos de devoción traídos para ser bendecidos. Después, como la Reina de la Paz desea, los sacerdotes han bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos.
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