San Agustín nació en el año 354 en Thagaste, Numidia (hoy en día Argelia) en el seno de una familia de clase alta.
Su padre, Patricius, era un pagano, aunque se convirtió al cristianismo en su lecho de muerte. Por otro lado su madre, Santa Mónica, era cristiana y rezó durante varios años por la conversión de su esposo e hijo.
San Agustín participó en lo que San Pablo llama delicadamente “pasiones juveniles” (2 Timoteo 2:22), es decir, entregándose a una vida libertina y cometió varios pecados de impureza.
Cuando tenía 19 años comenzó a convivir con una mujer. No se sabe su nombre, porque Agustín no lo registró deliberadamente, tal vez por su reputación.
La mujer no pertenecía a la clase social de Agustín y nunca se casó con ella. Sin embargo, le dio al futuro santo un hijo, que se llamó Adeodatus (en latín, “Por Dios dado” o, más coloquialmente, “Don de Dios”).
A pesar de su educación cristiana, Agustín abandonó la fe y se hizo maniqueo, lo que conmocionó a su madre.
El maniqueísmo era una secta gnóstica y dualista fundada en el año 200 d.C. por un hombre iraní llamado Mani.
Cuando enseñaba retórica en Milán (Italia), con el apoyo de su madre comenzó a tener más contacto con los cristianos y la literatura cristiana.
Un día, en el verano del año 386, escuchó una voz infantil que cantaba en latín “Tolle, lege”, que significa “Toma y lee ; toma y lee”. El Santo abrió una biblia que tenía al lado y abrió una página al azar. Se encontró con el capítulo 13,13-14 de la carta de San Pablo a los romanos que decía:
“Nada de comilonas y borracheras; nada de lujurias y desenfrenos…revestíos más bien del Señor Jesucristo y no os preocupeís de la carne para satisfacer sus concupiscencias”.
Aplicando esto a su propia vida, Agustín inició en serio su conversión. Fue bautizado, junto con Adeodatus, en la Vigilia Pascual más próxima.
En el año 388, Agustín, Mónica y Adeodato se prepararon para regresar a África del Norte. Desafortunadamente, Mónica solo llegó hasta Ostia, el puerto de Roma, donde falleció. Adeodatus también falleció, pero en África.
Esto dejó a Agustín solo. Luego, decidió vender casi todas sus posesiones para dar su dinero a los pobres. Solamente retuvo la casa familiar, que convirtió en un monasterio.
En el 391 fue ordenado sacerdote de la diócesis de Hipona (en Argelia) y cuatro años más tarde se convirtió en el obispo coadjutor de la ciudad y luego en obispo titular.
Como obispo escribió extensa y prodigiosamente. Fue por ese motivo que el valor de sus escritos lo hicieron convertirse en un Padre de la Iglesia.
Junto a San Gregorio Magno, San Ambrosio y San Jerónimo, San Agustín fue uno de los cuatro doctores originales de la Iglesia. Fue proclamado doctor por el Papa Bonifacio VII en 1298.
Fue nombrado de esa forma por el valor extraordinariamente alto de sus escritos, que incluyen importantes obras teológicas, filosóficas y espirituales.
Entre sus obras más famosas están: “Las confesiones” (su autobiografía espiritual), “La ciudad de Dios”, “En la Doctrina Cristiana”, “Manual de Fe, Esperanza y Amor”.
Esta es solo una pequeña selección de lo que escribió, porque nunca dejó de escribir.
Fue canonizado por aclamación popular, ya que la costumbre de la canonización papal aún no había surgido.
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