“Queridos hijos, mis palabras son simples pero llenas de amor maternal y preocupación. Hijos míos, sobre vosotros se ensanchan siempre más las sombras de las tinieblas y del engaño; yo os llamo hacia la luz y la verdad, yo os llamo hacia mi Hijo. Solo Él puede convertir la desesperación y el dolor en paz y serenidad, solo Él puede dar esperanza en los dolores más profundos. Mi Hijo es la vida del mundo: cuanto más lo conocéis más os acercáis a Él y más lo amaréis, porque mi Hijo es amor y el amor lo cambia todo. Él vuelve maravilloso incluso lo que sin amor os parece insignificante. Por eso nuevamente os digo que debéis amar mucho si deseáis crecer espiritualmente. Sé, apóstoles de mi amor, que no siempre es fácil; pero, hijos míos, también los caminos dolorosos son vías que llevan al crecimiento espiritual, a la fe y a mi Hijo. Hijos míos, orad, pensad en mi Hijo; durante todos los momentos de la jornada elevad vuestra alma a Él y yo recogeré vuestras oraciones como flores del jardín más bello y las regalaré a mi Hijo. Sed realmente apóstoles de mi amor, dad a todos el amor de mi Hijo, sed jardines con las flores más bellas. Con la oración ayudad a vuestros pastores para que puedan ser padres espirituales llenos de amor hacia todos los hombres. Os doy las gracias”.
La Virgen ha bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos. Después, como la Reina de la Paz desea, los sacerdotes han bendecido a todos los presentes y todos los objetos religiosos.
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