Mientras el Papa Francisco daba algunos consejos a los religiosos, sacerdotes y seminaristas de Nápoles, ocurría un milagro: se licuaba la sangre de San Genaro.
La última vez que ocurrió con un Pontífice fue en 1848 con Pío IX. No había sucedido cuando Juan Pablo II y Benedicto XVI visitaron la ciudad en octubre de 1979 y en el mismo mes en 2007, respectivamente.
Esto sucede solo tres veces al año: el primer domingo de mayo, el 19 de septiembre, fiesta del Santo y el 16 de diciembre.
Se trata de la sangre del Patrón de Nápoles, el que fuera Obispo y mártir de la ciudad, cuyos huesos se conservan también en la Catedral.
En esta ocasión, al término del encuentro con sacerdotes, religiosos y seminaristas en la catedral de Nápoles, el Papa dio la bendición con la reliquia. Al recibirla de manos del Cardenal de la diócesis, Crescenzio Sepe, la sangre estaba aún sólida en un lado de la ampolla de vidrio.
Al devolver el relicario al Cardenal éste le dijo: “Se ve que San Genaro ama al Papa, pues la sangre se ha licuado ya a medias”.
Para que se dé el milagro, se necesitan varios minutos antes de que la masa rojiza reseca adherida a un lado de la ampolla se convierta en sangre completamente líquida que llega a cubrir todo el vidrio.
Francisco, con una sonrisa, quiso restar importancia a este hecho y comentó: “se ve que el Santo nos quiere solo a medias. Tenemos que convertirnos más”, palabras que fueron acogidas con las risas de los que allí se encontraban.
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