El papa Francisco indicó “que el pesebre y el árbol, símbolos fascinantes de la Navidad, puedan llevar en las familias y en los lugares de reunión un reflejo de la luz y de la ternura de Dios, para ayudar a todos a vivir la fiesta del nacimiento de Jesús”.
El santo padre también mencionó que “el árbol y el pesebre son dos signos que no terminan nunca de fascinarnos” porque “nos hablan de la Navidad y nos ayudan a contemplar el misterio de Dios hecho hombre para ser cercano a cada uno de nosotros”.
Y explicó que “nos recuerda que Jesús es la luz del mundo, es la luz del alma que aleja las oscuridades de las enemistades y hace espacio al perdón”.
El árbol que se ha colocado en la Plaza San Pedro mide más de veinte metros “simboliza a Dios que con el nacimiento de su Hijo Jesús ha bajado hasta el hombre para alzarlo a sí y elevarlo de las nieblas del egoísmo y del pecado”, dijo el Papa. “El Hijo de Dios asume la condición humana para atraerlo a sí hacerlo partícipe de su naturaleza divina e incorruptible”, añadió.
Se refirió al pesebre colocado al centro de la Plaza realizado con la arena de Jesolo originaria de los montes Dolomitas “La arena, material pobre, llama a la sencillez, la pequeñez y también la fragilidad -como dijo el Patriarca- con la que Dios se ha mostrado con el nacimiento de Jesús en la precariedad de Belén”, indicó.
“Nos podría parecer que esta pequeñez esté en contradicción con la divinidad, tanto que alguien, desde el inicio, la ha considerado solo como una apariencia, un revestimiento. En cambio no, porque la pequeñez es libertad”, aseguró el Papa.
El papa explicó que “quien es pequeño -en sentido evangélico- no solo es ligero, sino también libre de toda inquietud de aparecer o de toda pretesa de éxito; como los niños que se expresan y se mueven con espontaneidad”.
Aseguró que “todos nosotros estamos llamados a ser libres delante de Dios, a tener la libertad de un niño delante a su padre. El Niño Jesús, Hijo de Dios y nuestro Salvador, que colocamos en el pesebre, es Santo en pobreza, pequeñez, sencillez, humildad”, insistió.
“Que el pesebre y el árbol, símbolos fascinantes de la Navidad, puedan llevar en las familias y en los lugares de reunión un reflejo de la luz y de la ternura de Dios, para ayudar a todos a vivir la fiesta del nacimiento de Jesús”, animó.
Y así, animó a contemplar al “Dios bebé que irradia luz en la humildad del pesebre” para que ser también “testigos de humildad, ternura y bondad”.
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