Oh Jesús de dulcísima memoria,
que nos das la alegría verdadera:
más dulce que la miel y toda cosa
es para nuestras almas tu presencia.
Nada tan suave para ser cantado,
nada tan grato para ser oído,
nada tan dulce para ser pensado
como Jesús, el Hijo del Altísimo.
Tú que eres esperanza del que sufre,
Tú que eres tierno con el que te ruega,
Tú que eres bueno con el que te busca:
¿Qué no serás con el que al fin te encuentra?
No hay lengua que en verdad pueda decirlo
ni letra que en verdad pueda expresarlo
tan sólo quien su amor experimenta
es capaz de saber lo que es amarlo.
Sé nuestro regocijo de este día,
Tú que serás nuestro futuro premio,
y haz que sólo se cifre nuestra gloria
en la tuya sin límite y sin tiempo.
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