Oh Señor, mi Dios, no te alejes de mí, Dios mío ven en mi ayuda, que me acechan varios pensamientos y grandes miedos que aflijen mi alma.
¿Cómo saldré ileso? ¿Cómo me abriré un camino entre esas espinas?
Dice el Señor:
Yo andaré delante de tí, y abatiré a los grandes de la tierra, abriré la puerta de la prisión, y te revelaré los más grandes secretos!
Oh Señor, haz como Tú dices, y todo pensamiento malo huya frente a Ti.
Esta es mi esperanza, esto es lo único que reconforta.
En todo sufrimiento refugiarme en Ti, poner mi confianza en Ti, invocarte desde lo profundo de mi corazón, y esperar pacientemente tu consolación!
Aclárame, oh buen Jesús, con la luz del Espíritu interior, aleja de mí cada tiniebla de mi corazón.
Frena las varias fantasías, expulsa las tentaciones que me atacan, combate valerosamente por mí, y vence estas malas bestias, las pequeñas y acechantes seducciones, que así con la fuerza que viene de Ti, se haga la paz en mi conciencia, que en mí resuene la plenitud de tu Gloria, que dirijas mi nave frente al viento y la tempestad, dí a la mar cálmate y al viento no soples, se hará una gran quietud en mí.
Manda tu luz y tu verdad, a brillar sobre la tierra, porque tierra yo soy, pobre y vacía hasta que Tú me ilumines.
Difunde desde lo alto tu Gracia, irriga mi corazón con el alimento celestial, suelta el agua de la devoción, para refrescar la cara de la tierra, para que produzca un bueno y óptimo fruto, levanta mi mente, que está aplastada por el amor al pecado, y lleva a las cosas celestes toda mi alma, de modo que deje yo de pensar tanto, en las cosas de este mundo, y ponga mi atención en tus promesas eternas, donde reside la felicidad suprema.
Libérame, y sácame de las efímeras consolaciones que dan las criaturas y cosas, que ninguna de ellas podrá satisfacerme, ni me dará plena consolación.
Llévame a Ti, con el vínculo indisoluble del Amor.
Qué sólo Tú, bastes para el que te ama.
De nada valen todas las cosas, sino estás tú!
Amén.
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