En aquel tiempo, Jesús atravesó de nuevo en barca a la otra orilla, se le reunió mucha gente a su alrededor y se quedó junto al mar.
Se acercó un jefe de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, al verlo, se echó a sus pies, rogándole con insistencia:
«Mi niña está en las últimas; ven, impón las manos sobre ella, para que se cure y viva».
Se fue con él y lo seguía mucha gente que lo apretujaba.
Había una mujer que padecía flujos de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho a manos de los médicos y se había gastado en eso toda su fortuna; pero, en vez de mejorar, se había puesto peor. Oyó hablar de Jesús y, acercándose por detrás, entre la gente, le tocó el manto, pensando:
«Con solo tocarle el manto curaré».
Inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias y notó que su cuerpo estaba curado. Jesús, notando que había salido fuerza de él, se volvió enseguida, en medio de la gente y preguntaba:
Palabra del Señor
Puede interesarte -> Salmo del día
Cuenta Instagram de la Luz de Maria -> Aquí
En el Jubileo mundial dedicado a los docentes, León XIV invita a redescubrir la dimensión… Read More
En el lenguaje común, la palabra querubín evoca imágenes de pequeños angelitos sonrientes, con mejillas… Read More
San Pablo nos conduce a uno de los pasajes más profundos y audaces de su… Read More
Hay un misterio profundo que atraviesa cada respiración, cada gesto, cada latido del corazón: la… Read More
El discurso misionero de Jesús, dirigido a los Doce, es uno de los textos más… Read More
La reflexión de Juan Pablo II nos devuelve al corazón de la identidad cristiana: en… Read More