ORACIÓN
De la Iberia, Hermenegildo,
eres esplendor por tu cetro real,
por de mártir la palma;
ésta te la ganó de Jesús el amor,
que entre sus almos mártires colocó tu alma.
¡Cuán grande es tu paciencia en las tribulaciones
para ser fiel a Dios en todas tus promesas!
Nada que te halague jamás tú te propones,
y reprimes cauto tus pasiones aviesas.
Del vicio los estímulos que en ti asoman
¡con cuánta prontitud y afán tú los persigues;
y con pasos y sentimientos que los doman
de la pura verdad la senda siempre sigues!
Nada puede tu padre en ti con sus caricias,
nada el ocio fatal de vida regalada;
el oro y los diamantes tú no los codicias,
y la sed de reinar en ti no puede nada.
Hacerte vacilar no logran las espadas,
ni tampoco el furor del verdugo terrible;
a las glorias del mundo tan codiciadas
prefieres tú la gloria eterna, inmarcesible.
Reinando ya feliz protégenos clemente,
y acoge con amor nuestras humildes preces
mientras que cantamos con ánimo ferviente
la palma singular que tanto tú mereces.
Gloria eterna al Padre, de todo Creador;
gloria eterna al Hijo, de todos Redentor;
al Espíritu gloria todos tributemos;
gloria a los tres sin fin, sin fin todos cantemos.
Amén.
Hacer a San Hermenegildo una petición
con mucha fe y en la esperanza
de que le dará pronto cumplimiento.
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