Señor, que bueno es saber que me escuchas y atiendes a mis necesidades, susurrando a mi espíritu tu invitación a vencer el miedo y a fiarme de Ti.
Quiero tomar buenas decisiones, diferenciar lo bueno de lo malo, esforzarme por serte fiel y no dejar que nadie me quite el deseo de complacerte.
Me cuento entre los pecadores que siempre vuelven a caer. Reconozco que me faltan las fuerzas; por eso me humillo ante Ti y clamo por tu compasión.
Como María de Betania, quisiera también ponerme a tus pies y ofrecerte el mejor de mis perfumes, que no es otro que el de hacer obras agradables a Ti.
Gracias por cuidarme, por hacerme sentir valioso e importante. Tú eres grande, poderoso, invencible, supremo, con un corazón rico en misericordia.
Me siento bendecido porque, en tu verdad y en tu amor, he encontrado esa paz que me invita a luchar con todas mis fuerzas contra todos mis vicios.
Tú tocas todas las dimensiones de mi vida y no haces diferencias entre mi riqueza o pobreza, sino en cuánto amor estoy dispuesto a entregar.
Con tu presencia rebosante en amor y perdón, estoy seguro de que podré superar toda mala inclinación. Te amo y te entrego mi corazón.
Amén
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