“¡Queridos hijos! Que este tiempo sea para vosotros una exhortación a la conversión personal. Hijos míos, orad en soledad al Espíritu Santo para que os fortalezca en la fe y en la confianza en Dios, con el fin de que podáis ser testigos dignos del amor que Dios os regala a través de mi presencia. Hijos míos, no permitáis que las pruebas endurezcan vuestro corazón y que la oración sea como un desierto. Sed un reflejo del amor de Dios y testimoniad con vuestras vidas a Jesús Resucitado. Estoy con vosotros y os amo a todos con mi amor maternal. ¡Gracias por haber respondido a mi llamada!”
¡Queridos hijos! Este es un tiempo de gracia, un tiempo de misericordia para cada uno de ustedes. Hijitos, no permitan que el viento del odio y del desasosiego reinen en ustedes y a su alrededor. Ustedes, hijitos, son llamados a ser amor y oración. El diablo desea el desasosiego y el desorden, pero ustedes, hijitos, sean el gozo de Jesús Resucitado que murió y resucitó por cada uno de ustedes. Él ha vencido la muerte para darles la vida, la vida eterna. Por eso, hijitos, testimonien y siéntanse orgullosos de haber resucitado en Él. ¡Gracias por haber respondido a mi llamado!
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