San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las maldades y las insidias del demonio.
Oh glorioso príncipe de los arcángeles San Miguel, recurro a ti, que eres mi protector, mi amigo, mi consolación y seguridad. Por medio de ti recibo tantísimos beneficios del Señor nuestro Dios.
Si seremos liberados de esta pestilencia, de los terremotos, de las tempestades, del hambre, de la guerra, y de otros graves flagelos, lo debemos a tu intercesión y acción como enviado de nuestro Padre Dios.
Transforma el corazón de los hombres y mujeres de nuestro tiempo para que como en tiempos de San Gregorio Magno, nuestra sincera y profunda conversión mueva a la misericordia del Señor y que por su misericordia podamos ver otra vez tu luminosa imagen envainado la espada como signo de paz y renacimiento en todos los sentidos queridos por Dios.
¡Glorioso príncipe, no te escondas de nosotros en la hora de nuestra muerte! Consuélanos en la vida y en la muerte y guíanos después de dejar este mundo a ver toda la belleza del rostro de Dios por toda la eternidad.
Amen.
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