“De repente, la Santísima Virgen me pareció hermosa, tan hermosa, que yo nunca había visto nada tan bello. Su rostro respiraba una bondad y una ternura inefables. Pero lo que me caló hasta el fondo del alma fue la encantadora sonrisa de la Santísima Virgen.
En aquel momento, todas mis penas se disiparon. Dos gruesas lágrimas brotaron de mis párpados y se deslizaron silenciosamente por mis mejillas, pero eran lágrimas de pura alegría…
¡La Santísima Virgen, pensé, me ha sonreído! ¡Qué feliz soy!
Madre mía, Virgencita, apiádate de mí que estoy deprimido, afligido, triste y me siento solo.
Virgen de la Sonrisa, devuélveme el ánimo, las ganas de vivir y la esperanza.
Ayúdame en este momento de depresión en el cual no siento ganas de vivir y de seguir luchando.
Así como ayudaste a Santa Teresita a liberarse de la depresión y la tristeza, alcánzame el consuelo de Tu Hijo Jesús, y sáname de esta enfermedad.
Rezar un Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Oremos: Virgen de la Sonrisa, Madre de Jesús y Madre mía, tú que fuiste la intercesora ante Tu Hijo durante la depresión de Teresita y le concediste la gracia de la sanación, intercede por mí y por todos los que sufrimos enfermedad del alma y de la psiquis, para que el Señor nos conceda la salud que tanto esperamos. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.
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