La devoción a la Virgen de la Divina Providencia se origina en Italia, en el inicio del siglo XIII.
Fue Pablo VI que declaró a Nuestra Señora Madre de la Divina Providencia, como patrona principal de la isla de Puerto Rico. La imagen de la Virgen muestra a María sentada con el niño Jesús durmiendo en su regazo, en posición de oración.
Oh Santísima Virgen María, pura e Inmaculada, dulce Madre Celestial de la Divina Providencia, la más ilustre y santa, la más comprensiva y tierna, acepta mis sentimientos de gratitud y veneración, recibe mi cariño, mi confianza y devoción, ahora y siempre; hoy llego ante Ti suplicando tus favores y bendición y coloco en tu amoroso y maternal regazo mis humildes y sinceras oraciones y suplicas, para que Tú, Señora mía, me otorgues tu gracia y favor, y reciba el amparo y beneplácito tuyo que busco.
Ahora que las necesidades y problemas me afligen, llorando y penando te ruego comprensión y apoyo, alcánzame, adorable y excelsa Madre lo que pido. Ante ti vengo, poderosa Reina de los Cielos para suplicarte me ayudes a aliviar y remediar esta pena que me aflige y llevo en el corazón, vuelve tus ojos bellos y puros hacia mí y libérame de tanta angustia y desesperación.
Imploro, Madre bendita tu celestial intercesión para que se arreglen los problemas que tanto me preocupan, concédeme la dicha de ser mi mediadora ante el Señor y consigue obtenga de su inmensa generosidad este especial favor que pido con toda mi fe y esperanza: (di ahora lo que tanto deseas obtener).
Señora piadosa, perfecta Madre de misericordia, pide a Dios me de fuerza para pasar esta prueba y me conceda sus favores cuanto antes que con su Divina Providencia e infinito amor llegue a mí la paz y el bienestar que tanto anhelo.
María que tu maternal bendición siempre me acompañe, me enseñe a seguir en el recto camino, y me defienda contra los enemigos del alma, que tu ejemplo me anime en la lucha contra el mal y me sostenga en la práctica del bien.
Santa María de la Divina Providencia, yo te entrego mi vida y corazón, mis pensamientos y obras, para que se inflamen con tus purísimas llamas y nunca se aparten de Palabra de Dios Padre, y dejo mi humilde confianza en esa sabia, caritativa, poderosa y vigente Providencia, para que intercedas y consigas lo que sabes necesito, así como todos aquellos bienes temporales como espirituales, sin cuyo goce los hombres no podemos hacer tranquilamente nuestra peregrinación a la bienaventuranza.
Amén.
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