Por la señal de la Santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Oh, Padre misericordioso, que desde el seno materno, predestinaste a San Juan Bautista, para que fuera Precursor del Mesías, preparando por medio de la austeridad, de su persona y la predicción de la palabra, el corazón de todos los hombres, llevándolos al arrepentimiento, a través del bautismo penitencial, para el encuentro con Jesucristo, Tu Hijo que vive y Reina por los siglos de los siglos. Amén
Oh, Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Profeta de soledades. Labio hiciste de tus iras. Para fustigar mentiras Y para gritar verdades.
Oh, Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
El desierto encendido fue tu ardiente maestro para allanar montañas Y encender los senderos.
Oh Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Vio como el cielo se abría Sobre el cordero de Dios Y su vos le anunciaría que por siempre unió a los dos.
Oh Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Más aun en su presencia, Con humilde sumisión, Pide el que es Dios por esencia, Para empezar su misión.
Oh Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Oh sin par doxología Voz del Padre en el Jordán, El Hijo que la acogía y la Paloma que ardía Sobre Jesús y San Juan.
Oh Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Por fin en un banquete Y en el placer de un ebrio, Y el vino de tu sangre santifico el desierto.
Oh Glorioso Bautista alcánzanos Del Señor misericordia y perdón.
Profeta de soledades, Labio hiciste de tus iras. Para fustigar mentiras Y para gritar verdades. Amén.
Este es el Cordero de Dios, que Quita el Pecado del Mundo (Jn 1, 19-37)
Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién eres tú?”. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no soy el Mesías”. “¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron: “¿Eres Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?”.”Tampoco”, respondió. Ellos insistieron: “¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?”.
Y él les dijo:”Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías”. Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle: “¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?”. Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”.
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba. Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo. Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: “He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios”. Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios”. Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús.
Oh, Glorioso San Juan Bautista, que durante toda tu vida diste testimonio del total desprendimiento de las cosas terrenas cumpliendo con humildad Y fidelidad la voluntad del Padre Celestial, como verdadero Precursor del Mesías y poco, con sencillez del deber cumplido, fuiste desapareciendo para que Cristo Salvador inaugurara el Reino de Dios entre los hombres. Ayúdanos a vivir, según el ejemplo admirable que Tú nos das, para que un día podamos contar contigo en las Mansiones Celestiales las glorias y alabanzas de nuestro Creador. Amén
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
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