En una sociedad que se aferra cada vez más a la fuerza y a la competencia, el Papa Francisco nos había invitado, en cambio, a redescubrir el poder revolucionario de la bondad y la ternura. Sus palabras son hoy un tesoro que debemos preservar.
El Papa Francisco, desde el inicio mismo de su pontificado, ha puesto de relieve cuánto la bondad, la ternura y el “sonido” de una caricia pueden influir en la vida. Sus palabras, hoy, resuenan como un llamado a la paz, y nosotros estamos llamados a atesorarlas. Era el inicio de su pontificado, en 2013, cuando Francisco ofreció al mundo su enseñanza sobre la bondad y sobre cómo ninguno de nosotros debe temer ponerla en práctica. Estas palabras, pronunciadas ya hace varios años, se han convertido casi en un manifiesto a contracorriente, en una sociedad que, por el contrario, basa su eje en la fuerza y la competitividad. La amabilidad, de hecho, es con demasiada frecuencia confundida con un acto de debilidad. Sin embargo, como siempre nos ha enseñado el Papa Francisco, representa esa gran y profunda capacidad de conectar con el otro a través de un elemento fundamental: la empatía.
La ternura, la bondad y, por tanto, la amabilidad suelen ser confundidas con debilidad. El Papa Francisco, en cambio, ha invertido completamente esta narrativa. En su enseñanza, la bondad y la ternura no son en absoluto signos de fragilidad, sino actos de valentía. Imaginemos un mundo en el que los líderes sean figuras “tiernas”. Imaginemos las relaciones internacionales, la gestión empresarial o, de forma más sencilla, las discusiones en las redes sociales. Pensemos en todo ello marcado por actos de bondad y amabilidad. Si todo esto estuviera atravesado por una conciencia emocional y un cuidado hacia el otro, tal como el Papa Francisco ha querido enseñarnos, muchos de los problemas que afectan a la sociedad ni siquiera llegarían a surgir. A Francisco le gustaba decir que la ternura es el “lenguaje de los últimos”.
Por eso se vuelve fundamental leer las palabras del Papa Francisco. Una enseñanza breve, hecha de pocas palabras, pero que han tocado el corazón de quienes las escucharon o leyeron. Decía el Papa en 2013: “No debemos tener miedo de la bondad, ni tampoco de la ternura.”
El llamado contracorriente, a veces revolucionario, de Francisco residía precisamente en esa palabra: miedo. Muchas veces se teme este tipo de actitud porque no se comprende, o incluso se ridiculiza. Esto se debe al hecho de que la sociedad, con frecuencia, exige otras cosas: eficiencia, éxito, fuerza.
Sin embargo, el Papa Francisco distinguía la bondad del “buenismo”. La verdadera bondad, de hecho, la bondad lúcida, es a veces incómoda. Para retomar el Evangelio, es la bondad del buen samaritano que se detiene y “se ensucia las manos”. Se trata, en el lenguaje de Francisco, de una bondad que lucha contra la injusticia, que elige el bien incluso cuando elegirlo cuesta mucho.
El mensaje y el llamado del Papa Francisco, lanzado en 2013, es universal, dirigido a todos: creyentes y no creyentes. No se trata, de hecho, de un mensaje que necesite encasillarse exclusivamente dentro de la fe católica. El Papa Francisco habla a todos e invita a todos a redescubrir nuestra humanidad más profunda, dejando de ocultar la vulnerabilidad.
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