El milagro olvidado de Jericó: ¿quién era Bartimeo?

Dentro de las páginas del Evangelio se esconde una historia importante, que a menudo es olvidada. Se trata de un milagro que con demasiada frecuencia queda en los márgenes del imaginario colectivo, al igual que la figura de Bartimeo, protagonista del relato.

Contextualicemos el relato relacionado con el milagro “olvidado” en Jericó: aquí, las páginas del Evangelio nos cuentan que tuvo lugar uno de los milagros de Jesús, un milagro que, sin embargo, no es conocido por muchos. De hecho, en las Sagradas Escrituras del Evangelio resuena un nombre que a menudo es “rozado”, pero nunca del todo profundizado: el de Bartimeo. Su historia no es larga, pero sin duda es muy intensa y se desarrolla justo fuera de los muros de la ciudad. Este relato está lleno de símbolos, significados y, sobre todo, reflexiones que requieren atención. Quien nos narra esta extraordinaria historia es el Evangelista Marcos. En las páginas de su libro se describe la salida de Jesús y sus discípulos de la ciudad mencionada, junto con una gran multitud.

Bartimeo: el milagro olvidado

En el capítulo décimo de su libro, Marcos nos relata la historia de Bartimeo, situada alrededor de las murallas de Jericó. En la primera parte de este episodio, Marcos nos dice: “Llegaron a Jericó. Y cuando salía de Jericó con sus discípulos y mucha gente, el hijo de Timeo, Bartimeo, un ciego, estaba sentado junto al camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús de Nazaret, comenzó a gritar: «¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!». Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba con más fuerza: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»” (fuente: Marcos, 10).

Esta última frase es emblemática porque, aunque aparentemente simple, está llena de significado. Este grito fundamental del hombre es un fuerte reconocimiento de carácter mesiánico; al clamar con fuerza “Hijo de David”, Bartimeo no quería ofrecerle a la figura de Cristo un simple apelativo, sino proclamar públicamente que Él es el Mesías, el Hijo de Dios.

Las palabras de Jesús y el milagro

Fue entonces, después de oír esos gritos, cuando Jesús tomó la palabra. El Evangelista nos cuenta: “Jesús se detuvo y dijo: «Llámenlo». Llamaron al ciego diciéndole: «¡Ánimo! Levántate, te llama». Él, arrojando su manto, se puso en pie de un salto y fue hacia Jesús. Entonces Jesús le dijo: «¿Qué quieres que haga por ti?». El ciego le respondió: «¡Rabbuní, que recobre la vista!». Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado». Y al instante recobró la vista y comenzó a seguirlo por el camino” (fuente: Marcos, 10).

La vista regresa, y regresa porque así lo quiere Dios. Este retorno de la vista no representa únicamente la visión física. Es, más bien, una curación que cambia el rumbo de la vida. Bartimeo, después de este episodio fundamental, comienza a seguir a Jesús. Ya no es un hombre marginado, es un discípulo del Maestro. Esta es una historia, un relato con un milagro incluido, que invita a la reflexión. ¿Por qué es tan fuerte y espiritualmente poderosa? Porque Bartimeo representa a cada cristiano en los momentos de ceguera espiritual y, por lo tanto, en los momentos de búsqueda de luz. Esta historia nos enseña que, si estamos dispuestos a acoger su enseñanza, Jesús está dispuesto a mostrarnos el camino.

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