¿Quién hubiera pensado que una simple fruta podría encerrar siglos de simbolismo sagrado? En concreto, se trata de la granada, que oculta tras de sí símbolos emblemáticos que la Biblia ha sabido explicarnos de la mejor manera.
¿Quién hubiera pensado que una simple fruta podría encerrar siglos de simbolismo sagrado? En concreto, se trata de la granada, que oculta tras de sí símbolos emblemáticos que la Biblia ha sabido explicarnos de la mejor manera.
Entre las páginas de la Biblia resuena el nombre de un fruto antiguo, cuyas raíces se hunden en tiempos remotos y que encierra un significado profundo. Hoy en día, en el imaginario colectivo, esta fruta es muy conocida por sus nutrientes y propiedades, pero no siempre ha sido así a lo largo de la historia. Hubo un tiempo en que la granada era valorada sobre todo por su significado simbólico, vinculado de forma inseparable al destino de la Iglesia. Presente en el Antiguo Testamento, este fruto milenario simboliza la fecundidad y la abundancia. La granada ha atravesado los siglos junto a las páginas bíblicas, transformándose en un verdadero emblema de la cristiandad universal. Ha sabido representar la unidad de los fieles en su diversidad.
En numerosas ocasiones, este fruto esencial aparece en las páginas de la Biblia. La granada figura incluso en las vestiduras del Sumo Sacerdote. Para visualizar esta imagen debemos remitirnos al libro del Éxodo, donde se describe cómo este símbolo está bordado en el borde del manto ritual. Y no se trata en absoluto de un simple adorno decorativo. Gracias a su forma redondeada y, sobre todo, a la multitud de semillas que contiene, la granada simboliza la fecundidad, la bendición y, por tanto, la promesa de prosperidad de la Tierra Prometida. En el contexto del Antiguo Testamento hablamos de un mundo eminentemente rural, donde la agricultura era el emblema del crecimiento. En este sentido, el símbolo del fruto adquiere aún más relevancia. Luego llega la revolución traída por el mensaje de Jesús: el advenimiento del cristianismo.
Con el nacimiento del cristianismo y del mensaje evangélico, la granada no desaparece de las Escrituras. Por el contrario, su simbolismo es reinterpretado. En la época patrística, y posteriormente en la Edad Media, el fruto comienza a asociarse cada vez más con la propia Iglesia. Granada e Iglesia: un binomio indisoluble. La cáscara exterior del fruto representa la unidad visible para los cristianos, es decir, la unidad de la Iglesia misma. Las semillas, numerosas, simbolizan a los creyentes, los fieles, quienes oran a Dios y al Cristo Resucitado. Cada semilla es diferente, única, pero forma parte del mismo misterio.
Basta pensar en una de las obras más bellas de finales del siglo XV, firmada por Sandro Botticelli. Nos referimos a la magnífica pintura titulada “La Virgen de la Granada”. En este cuadro, el maestro del arte representa a Jesús, en brazos de María, sosteniendo una granada abierta. La imagen está cargada de simbolismo pictórico y espiritual. Las semillas rojas prefiguran la sangre de la Pasión, pero al mismo tiempo representan la fecundidad espiritual de la Iglesia. Una vez más (y esta vez a través del arte pictórico), un símbolo agrícola se transforma en vehículo de un mensaje fundamental, en una clave completamente teológica.
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