En un mundo que busca conciliar todos los aspectos de la vida, la enseñanza de Jesús va a contracorriente y lanza un desafío: no se pueden servir a dos señores. ¿Qué quiso decir Cristo al pronunciar estas palabras?
Entre las numerosas enseñanzas de Jesús, hay una especialmente radical y, al mismo tiempo, profundamente actual. Es Mateo, en el capítulo sexto de su Evangelio, quien nos transmite estas palabras del Señor, cargadas de un mensaje fundamental para la vida de todo cristiano. Aunque antiguas, las palabras de Cristo siguen resonando hoy como un auténtico desafío, porque su declaración es clara y directa: su enseñanza toca el corazón mismo de nuestras decisiones cotidianas. Con una afirmación contundente, en realidad, Jesús nos lanza una pregunta clara: ¿a quién, o a qué, estamos realmente sirviendo? Sus palabras son una advertencia personal, y es precisamente a partir de esta enseñanza que deberíamos detenernos y reflexionar sobre lo que realmente importa. Seguir el camino correcto se vuelve esencial, porque —como el mismo Señor nos enseña— no se pueden servir a dos señores al mismo tiempo. Pero, ¿a qué se refiere exactamente Jesús cuando pronuncia estas palabras tan valiosas?
Para profundizar en esta enseñanza, es necesario partir de las propias palabras de Jesús. En el capítulo 6 del Evangelio de Mateo leemos:
“Nadie puede servir a dos señores: porque odiará a uno y amará al otro, o se dedicará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a Mammón” (Mateo 6, 24).
Comencemos, entonces, con el término “Mammón”. ¿Qué significa realmente? No se trata simplemente del dinero como objeto. Esa sería una interpretación superficial. En este contexto, Cristo utiliza “Mammón” para señalar una personificación de la riqueza, casi como si se tratara de otra divinidad. No se refiere a una cantidad de dinero, sino a un sistema de valores que toma el lugar de Dios. Así, Jesús no critica solo el apego a los bienes materiales, sino que denuncia una forma de idolatría moderna: reemplazar a Dios con todo aquello que nos hace sentir poderosos, autosuficientes o importantes.
En el mundo de hoy, que nos empuja constantemente hacia lo que da prestigio o éxito, el mensaje de Jesús suena como una voz que va a contracorriente. Su invitación no deja espacio a los compromisos: hay que tomar una decisión. Cristo nos hace ver que, tarde o temprano, llegamos a una encrucijada. Hay que elegir. O se sigue algo infinitamente mayor —Dios, la verdad, el amor gratuito— o, como Él mismo advierte, terminamos esclavizados por un sistema que nos devora. Pero atención: estas palabras no buscan despreciar el dinero como tal. Lo importante es no dejarnos dominar por él. El verbo “servir” implica poner algo en el centro, optar. Jesús nos está preguntando: ¿qué ocupa el centro de tu vida? Servir a Dios se revela así como el único camino verdadero hacia la libertad y la salvación.
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