Juan Pablo II nos ofrece una enseñanza fundamental sobre la oración del Rosario. Mientras se camina, se viaja o se espera el próximo tren o metro: son precisamente estos los momentos en los que el Santo Pontífice nos anima a rezar. Las razones suenan hoy más actuales que nunca.
La nuestra se presenta como una época en la que el ruido y el caos parecen imponerse cada vez más al silencio y a la reflexión. Sobre este tema, el Santo Pontífice Juan Pablo II, uno de los Papas más queridos e influyentes de la modernidad, centró con frecuencia su atención. Sus palabras, acompañadas de una enseñanza de enorme valor para toda la cristiandad, resuenan hoy con una actualidad sorprendente, a pesar de haber sido pronunciadas hace ya varios años.
Karol Wojtyła fue, como es bien sabido, un gran devoto de la Virgen María. En sus pensamientos y escritos, nunca perdía la oportunidad de mencionar a la Virgen como modelo, ejemplo concreto y emblemático de vida cristiana. El Santo Pontífice no veía en la oración del Rosario únicamente una práctica devocional. A sus ojos, el Rosario era un auténtico y poderoso instrumento de meditación, capaz de acompañar a los fieles en los lugares más comunes y ordinarios de la vida cotidiana.
En la visión del Papa Juan Pablo II, la oración del Rosario no está desligada de la vida diaria. El Santo no concebía este acto como algo apartado de la realidad, sino como un momento y un medio para entrar en contacto con lo divino mientras se vive el día a día. Entrar en diálogo con el Misterio se vuelve fundamental, y para él era necesario hacerlo incluso mientras se está atrapado en el tráfico, entre una clase y otra, o esperando en la fila del supermercado.
Al ofrecer esta enseñanza a los fieles, el Pontífice rompe con una de las ideas más comunes: la de la oración como un momento de soledad y desconexión. El Santo invita a todos —jóvenes y adultos— a llevar el Rosario por las calles, en medio de la vida diaria.
Para comprender mejor su pensamiento, es importante detenerse a leer sus palabras y reflexionar:
“No os avergoncéis de rezar el Rosario solos, mientras vais a la escuela, a la universidad o al trabajo, por la calle o en los medios de transporte público; acostumbraos a rezarlo entre vosotros, en vuestros grupos, movimientos y asociaciones” (fuente: pensamientos de Juan Pablo II).
Uno de los pasajes más emblemáticos de su pensamiento es aquel en el que recuerda la importancia de rezar el Rosario “entre vosotros”, en comunidad. Este mensaje subraya cómo el momento de oración puede ser también comunitario: un lazo silencioso que une y fortalece a los creyentes. El poderoso mensaje del Pontífice resulta hoy más actual que nunca. Aunque sus palabras fueron pronunciadas hace tiempo, no han perdido su fuerza, más bien lo contrario: resuenan como una auténtica respuesta espiritual.
¿Una respuesta a quién? A un mundo que, lamentablemente, ha elegido la velocidad y la prisa como puntos firmes, muchas veces sin saber hacia dónde se dirige.
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