En una sociedad dominada por las apariencias y las redes sociales, las palabras de San Pablo se manifiestan como una enseñanza de sorprendente actualidad. Un mensaje antiguo que interpela a nuestra época y habla directamente a nuestros corazones, provocándonos a buscar lo que realmente importa.
Hoy el mundo está “hiperconectado”. Esto puede ser, sin duda, una ventaja, pero también requiere mucha atención. ¿Por qué? Porque existe el riesgo de idolatrar aquello que, en realidad, nos aleja del camino recto, el que el Señor nos ha enseñado y que podemos leer, con reflexión, en las páginas del Evangelio. Las plataformas más conocidas nos conectan con el mundo, que hoy está al alcance de un clic, pero si no tenemos cuidado, estos clics pueden convertirse en espejos deformados de la realidad misma. Quien nos advierte de todo esto es precisamente San Pablo, que con palabras antiguas, escritas y pronunciadas en el siglo I d.C., tenía ya una visión proyectada hacia nuestro presente y nos impulsa a reflexionar sobre esta temática, tan profunda como delicada. Estos ídolos digitales, en efecto, no hablan de verdad, no dan sentido, por tanto, no nos guían. El Señor sí lo hace. Este es un mensaje claro y conciso del Apóstol de los gentiles. Se vuelve entonces fundamental detenerse a reflexionar sobre las palabras que él, en su tiempo, dirigía a los corintios.
Las redes sociales pueden manifestarse como una imitación ciega de la realidad. Estas pueden llevarnos a perseguir una realidad, por así decirlo, construida y ficticia. Pero San Pablo, entonces Saulo de Tarso, nos lleva a reflexionar sobre un pasaje fundamental, porque nos enseña, con sus palabras, que es fácil dejarse arrastrar por el impulso del momento. Leamos específicamente sus palabras y reflexionemos con atención. San Pablo explicaba a los corintios, en una de sus numerosas cartas: “Con respecto a los dones del Espíritu, hermanos, no quiero que estén en la ignorancia. Ustedes saben que, cuando eran paganos, se dejaban arrastrar hacia los ídolos mudos, según el impulso del momento. Pues bien, les declaro: nadie que hable movido por el Espíritu de Dios puede decir: ‘¡Maldito sea Jesús!’, y nadie puede decir: ‘¡Jesús es el Señor!’, si no está movido por el Espíritu Santo” (fuente: San Pablo, Primera carta a los Corintios).
En su visión, los ídolos mudos tenían una forma determinada; en aquel tiempo se hablaba de poder. Pero el mensaje es absolutamente actual. Hoy estos ídolos mudos han cambiado simplemente de forma: se han transformado en éxito a toda costa, apariencia en las redes, dinero como único valor. En el centro del mensaje paulino hay una declaración radical, que concierne al Señor Jesús. En efecto, en su enseñanza entendemos que nadie puede decir “Jesús es el Señor” si no está movido por el Espíritu Santo. No es una frase hecha. Es una advertencia fundamental. En su visión, se trata de una elección radical. Reconocer al Señor significa orientar la propia libertad y la propia vida hacia algo que va más allá del yo.
En este sentido, la acción del Espíritu Santo se vuelve central y, sobre todo, concreta. La fuerza para resistir a la corrupción, al falso ídolo, lo que te permite ir contra corriente. Esa es la acción del Espíritu Santo que, si se le permite actuar en nosotros, puede hacernos verdaderamente libres. El pasaje de Pablo es una verdadera ventana abierta a una realidad que, con demasiada frecuencia, es olvidada y distraída en la confusión del mundo.
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