¿Qué se esconde detrás del misterio de la vocación?
A responder esta particular pregunta es Madre Teresa de Calcuta, quien decidió centrarse en la crisis de la vocación para ofrecer una enseñanza más valiosa que nunca.
En los últimos tiempos, se ha escuchado con demasiada frecuencia hablar de una “crisis vocacional”. Se trata de un tema muy delicado dentro de la Iglesia, pero no es exclusivo de nuestra época. De hecho, quien nos ofrece una profunda reflexión, acompañada de valiosos consejos, es la Madre Teresa de Calcuta. La Santa tiene una idea muy clara sobre las vocaciones y, con la lucidez que caracteriza a los santos, va directa al punto sin rodeos: para ella, la crisis vocacional es, ante todo, una crisis de oración. Ambas cosas, según su valiosa enseñanza, están íntimamente relacionadas. En su reflexión, aunque breve, podemos abrir el corazón a una meditación muy profunda sobre el tiempo que cada uno de nosotros dedica a la oración. Solo entonces, con la ayuda de Santa Teresa, pueden llegar las respuestas.
A lo largo de su camino terrenal, Madre Teresa nos ofreció múltiples consejos y enseñanzas sobre la oración. Esta enseñanza en particular es especialmente impactante, ya que está directamente relacionada con la vida consagrada. Leamos sus palabras para comprender mejor su pensamiento sobre este tema. Madre Teresa de Calcuta afirmaba:
“El fracaso o la pérdida de la vocación proviene también de la negligencia en la oración. Como la oración es el alimento de la vida espiritual, la negligencia en la oración provoca un estado de hambre espiritual, lo que inevitablemente lleva también a la pérdida de la vocación. Pidamos a la Virgen, en nuestra manera sencilla, que nos enseñe a orar, como enseñó a Jesús durante todos los años que vivió con Él en Nazaret” (fuente: pensamientos de Madre Teresa).
Al explicarnos su profundo y valioso pensamiento, la Santa no usa metáforas al azar. Madre Teresa habla de comida y de hambre: dos imágenes que conoció muy bien durante su vida, considerando su misión tanto terrenal como espiritual. La Santa sirvió durante toda su vida a los más necesitados, no solo de pan, sino también de dignidad. En este contexto se sitúa también su visión del alimento espiritual. De hecho, nos enseña que así como el cuerpo muere sin alimento, el alma también se debilita cuando se le priva de su impulso vital: la oración. Esta última se convierte así en un verdadero alimento para nuestra alma, un alimento esencial.
¿De dónde empezar, entonces? Una vez más, la Santa nos orienta, citando a Aquella que más puede ayudarnos en este camino: María, Madre de Jesús. Este es quizás el aspecto más profundo y sorprendente de su pensamiento: la Madre que enseña al Hijo. Es una imagen bellísima, que nos remite a los años en los que María acompañó el crecimiento humano y espiritual de Jesús en Nazaret. Dios hecho hombre se dejó guiar y educar en la oración, por tanto, también nosotros podemos —y debemos— partir de este ejemplo emblemático.
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