En un mundo que sigue buscando respuestas, las palabras de un Papa, pronunciadas hace muchos años sobre la paz, regresan hoy con una sorprendente actualidad. El mensaje del Pontífice no es solo una expresión de espiritualidad, sino una invitación a un orden humano y universal que con demasiada frecuencia ha sido olvidado.
Corría el año 1963 cuando el Papa de entonces, Juan XXIII, plasmó por escrito su pensamiento, sintetizado en las palabras Pacem in Terris. El contexto histórico en el que fue escrita esta importante encíclica era el de la Guerra Fría, un periodo en el que las naciones buscaban un equilibrio entre el progreso y la destrucción vivida pocos años antes. Sin embargo, el mensaje que el Pontífice lanzó en aquella ocasión sigue siendo muy actual. Aún hoy, en un mundo desgarrado por numerosos conflictos (el propio Papa Francisco los ha mencionado en repetidas ocasiones), este mensaje está más presente que nunca. Es un verdadero anhelo de paz.
Desde siempre, los seres humanos han intentado construir un mundo en el que se pudiera vivir sin temor. Pero para el Papa Juan XXIII, esta paz no es simplemente un compromiso entre las partes para no vivir en el miedo, ni siquiera es el simple silencio de las armas. Para el Pontífice, la paz es algo que va más allá del discurso diplomático y político: es un reflejo de lo divino.
Las palabras de Juan XXIII sobre la paz resuenan como una campana potente en nuestros corazones. En un pasaje de Pacem in Terris, el Papa afirmaba que:
“La paz en la tierra, anhelo profundo de los seres humanos de todos los tiempos, solo puede establecerse y consolidarse en el pleno respeto del orden establecido por Dios”
(fuente: Juan XXIII, Pacem in Terris).
Pero ¿qué significa “orden establecido por Dios”? Se trata de un tema profundo sobre el cual reflexionar. No se refiere a una rígida doctrina religiosa, sino al respeto por la dignidad humana, por los deberes y los derechos. Se trata de justicia y solidaridad: conceptos que van más allá de la doctrina cristiana, que la abrazan, así como abrazan a todos los ámbitos de la sociedad.
En otras palabras, la paz a la que se refiere el Papa en su encíclica es una consecuencia natural de un mundo que reconoce al ser humano y su centralidad, según la visión cristiana. Cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, y por eso toda ofensa a su dignidad representa un obstáculo para la paz.
Lo que nos propuso Juan XXIII es un mensaje profundamente universal y vigente. En efecto, en un mundo desgarrado por guerras y desigualdades, la idea de un orden divino —establecido por Dios— cobra aún más importancia. Aunque pueda parecer lejana, es una idea que necesitamos urgentemente.
No es casualidad que esta encíclica esté ligada a un hecho muy significativo: Pacem in Terris fue la primera encíclica papal dirigida no exclusivamente a los católicos, sino a todos los hombres de buena voluntad. Esta elección resulta muy reveladora y nos lleva directamente al espíritu del documento: la paz es, de hecho, una tarea universal, no exclusiva de la fe.
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