El Palacio de los Papas y el Conclave infinito: ¿qué sucedió en Viterbo?

En plena época medieval, la Iglesia vivió lo que pasó a la historia como el Cónclave más largo de todos los tiempos. Corría el año 1268 cuando, en los palacios de Viterbo, los Cardenales tardaron muchísimo tiempo en elegir al nuevo Papa, quien desde entonces dirigiría los destinos de la Iglesia.

Viterbo, siglo XIII. La elección del nuevo Pontífice se convirtió en una de las más largas, difíciles y complejas de toda la historia del cristianismo. El Cónclave que llevó a la elección papal no fue en absoluto sencillo en 1268. En aquellos años, la Iglesia se encontraba en el centro del debate político y, al mismo tiempo, en el centro de los equilibrios europeos. Por lo tanto, elegir en esa ocasión al sucesor de Pedro, quien debería guiar a la Iglesia en medio de enormes dificultades sociales y políticas, era una tarea muy ardua. Fue precisamente en este contexto cuando, en Viterbo, una pequeña ciudad del Lacio, tuvo lugar uno de los episodios más paradójicos y extraordinarios de la historia eclesiástica. La elección que llevó al trono papal a Gregorio X pasó a la historia como la más larga de todas. Entre negociaciones, bloqueos y decisiones complicadas, el Cónclave duró nada menos que treinta y tres meses, desde el 29 de noviembre de 1268 hasta el 1 de septiembre de 1271.

El Cónclave más largo de la historia

A la muerte del Papa Clemente IV, la situación sociopolítica de la península y, en general, de Europa, era muy complicada. Numerosas eran las luchas entre los güelfos y los gibelinos, alineados respectivamente con el Papa y con el Imperio. Los Cardenales, en esa ocasión, estaban profundamente divididos en sus ideas y la situación política se volvía cada vez más difícil. Por un lado estaban los pro-franceses, ligados a la dinastía de los Anjou; por el otro, los partidarios del Emperador, es decir, del Sacro Imperio Romano Germánico.

La sede del Cónclave

Se optó por elegir la ciudad de Viterbo como sede del Cónclave que debía celebrarse en breve. Los Cardenales, en esa ocasión, se alojaron en el palacio papal. Sin embargo, ninguno de los Cardenales presentes lograba obtener los dos tercios de los votos necesarios para ser elegido y convertirse así en el nuevo Pontífice al frente de la Iglesia. Los intentos de mediación por parte de los propios Cardenales se volvían cada vez más inútiles.

La solución y la votación

La intervención del rey de Sicilia, Carlos de Anjou, resultó fundamental para desbloquear la situación. El nombre, por así decirlo, “neutral” que fue elegido fue el del Archidiácono Tebaldo Visconti. La elección, inicialmente repentina y contracorriente, fue aceptada. El nuevo Papa fue elegido y tomó el nombre de Gregorio X. El nuevo Pontífice propuso e, incluso, impuso reglas muy estrictas respecto a los futuros Cónclaves. En la Constitución Apostólica Ubi periculum, el Papa estableció que los Cardenales debían ser encerrados en el Cónclave, bajo condiciones mínimas y estrictas, hasta la elección del nuevo Pontífice. Esto funcionó: ningún Cónclave, de hecho, ha tenido (hasta el día de hoy) la misma duración que el larguísimo Cónclave de Viterbo. La elección de Gregorio X sigue siendo un ejemplo emblemático de una decisión extremadamente larga y surrealista. Hoy, este larguísimo Cónclave despierta mucha curiosidad, pero en su tiempo fue un momento muy crítico para toda la cristiandad.

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