¿Qué sucede si Jesús nos pide poner en pausa la oración? En un sorprendente pasaje del Evangelio, Mateo recoge las palabras de Cristo, en las que se invierte toda lógica. Antes de ir al altar, es necesario dar un paso fundamental.
Jesús nos advierte sobre un aspecto muy importante de la cristiandad. Antes de llegar al Lugar Sagrado por excelencia —hoy la Iglesia, en aquel tiempo el Templo— es necesario dar un paso fundamental que, con demasiada frecuencia, se olvida. Imaginemos el Templo de Jerusalén en tiempos de Jesús: el lugar sagrado por excelencia, lleno de fieles. Todos acudían allí desde todos los rincones de Judea para ofrecer sacrificios, para rezar, para cumplir con su deber religioso. Sin embargo, la voz de un joven, que nadie habría imaginado, lanza un mensaje sencillo pero contundente. Nos ofrece este testimonio fundamental el Evangelio según Mateo. En el capítulo quinto de su importante libro, el evangelista nos cuenta cómo Jesús detuvo a los fieles con un mensaje de sorprendente actualidad, pues estos se dirigían al Templo sin haber cumplido una obra fundamental. Con sus palabras, transmitidas por Mateo, Jesús da un giro sorprendente: traslada el eje de la religiosidad de la esfera de lo sagrado a la esfera de lo racional.
Las palabras de Jesús, dirigidas a la multitud de fieles hace más de dos mil años, siguen teniendo hoy una gran fuerza simbólica. Jesús, nos relata el evangelista Mateo en el capítulo cinco de su libro, dice a los fieles de su tiempo:
“Por tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, recuerdas allí que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano, y después vuelve a presentar tu ofrenda” (fuente: Mateo 5).
Desde el primer momento surge una reflexión ligada al tema que Jesús aborda en su pensamiento. Cristo no se limita a hablar del perdón, va más allá: coloca la reconciliación como un requisito previo al propio culto. Se trata de una auténtica revolución ética y espiritual.
El tema de la fe auténtica es muy querido por Jesús. En su lógica, plenamente vigente, antes de ir “al altar” es necesario arreglar las cuentas con el prójimo, al que Jesús llama “hermano”. En efecto, la fe, según su pensamiento, no es auténtica si no pasa por el otro. Es, en realidad, una invitación de Cristo a asumir una responsabilidad activa hacia la paz, hacia la reconciliación. No se trata de una paz “pasiva” y cómoda. Antes del altar, por tanto, es necesario detenerse: Jesús nos enseña que el rito no tiene sentido si el corazón está preso del rencor no perdonado.
¿Cuáles son hoy los altares de los que habla Jesús? La oración, la elección moral, el compromiso con la justicia, la declaración de amor. Cristo nos pide, ante todo, un paso fundamental: mirar primero a los ojos de nuestro hermano, pedir perdón, perdonar. Solo entonces, nos dice el Señor, podremos volver.
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