¿Quién imaginaría que el versículo más largo de la Biblia no se encuentra en los Salmos ni en los Profetas, sino en un antiguo decreto persa? Y, sin embargo, es así: el libro que contiene este antiguo decreto es un verdadero “río de palabras”.
El versículo más largo de la Biblia no se encuentra, como podría pensarse, en los Salmos poéticos ni en los discursos fundamentales de Isaías. Tampoco está en las llamadas genealogías del Génesis ni en los decretos de Levítico. No, el “récord” del versículo más largo de la Biblia, casi de forma sorpresiva, se encuentra en el libro de Ester, en el capítulo ocho. El versículo nueve de este octavo capítulo de tan importante libro representa casi una “maratón narrativa”. Basta pensar que, en muchas de las traducciones de este texto, se superan las setenta palabras, todas en una única oración compleja.
¿De qué trata este versículo? El tema abordado por el libro de Ester en esta parte resulta fundamental. Se trata de una especie de edicto real mediante el cual el rey Asuero promulga una ley a favor de los judíos.
El capítulo ocho del libro de Ester describe, con gran detalle, la promulgación de un nuevo decreto, en referencia a un edicto anterior. Este nuevo decreto fue emitido por el rey Asuero, identificado históricamente como Jerjes. Es un libro muy detallado, casi burocrático, y este hecho resulta muy curioso, como si el autor del texto hubiera querido reflejar, con extrema precisión, la enorme maquinaria estatal persa de la época. Estamos hablando, en efecto, de un imperio muy extenso, y este exceso de detalle sirve precisamente para transmitir una verdad profunda. El versículo en cuestión no es excepcionalmente largo (comparado con los demás) solo en sus traducciones. Según se sabe, también en el texto original el versículo es extraordinariamente largo.
En el texto original, según se sabe, el versículo es extremadamente largo; de hecho, contiene más de cuarenta palabras en hebreo, con una estructura que lo distingue claramente de los demás. La lengua que difunde el Verbo se extiende aquí en un flujo narrativo inusual. La Biblia, a través de este versículo excepcional, nos indica que incluso la burocracia, en cierto sentido, puede convertirse en “épica” si se utiliza para la salvación de un pueblo, como en este caso. Esto nos recuerda, además, que a veces, incluso en los detalles más técnicos, se esconde una trama de salvación fundamental para todos. El capítulo ocho del libro de Ester es una joya escondida que merece una mirada muy atenta. El mensaje que nos deja este versículo es, además, muy actual, en un mundo donde la velocidad y la síntesis parecen ser cada vez más centrales. Este libro, y en particular este versículo, nos recuerdan que cada palabra cuenta, incluso aquella que parece más aburrida, porque detrás de las líneas más largas pueden esconderse las sorpresas más grandes y más hermosas.
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