En un mundo que huye del dolor, San Pablo propone un desafío fundamental y sorprendente: es el camino para transformar el dolor a través de la fe, llevándonos a un renacimiento del espíritu.
En tiempos muy antiguos, el Apóstol de los gentiles nos dejó un mensaje profundamente actual, que nos invita a reflexionar sobre la tribulación como una puerta secreta de acceso a la esperanza. El mensaje del Santo suena hoy como una auténtica provocación. Es un desafío intelectual y espiritual para todos aquellos que se ven en la necesidad de enfrentar la tribulación.
El mensaje de San Pablo se encuentra en una de sus cartas a los Romanos, donde el Apóstol construye un verdadero camino espiritual, como si fuera un itinerario por etapas. Lo que el Santo quiere hacernos comprender es que la tribulación, según su visión, genera paciencia. Esta misma paciencia, a su vez, produce una virtud probada, y esa virtud nos lleva a una esperanza que, finalmente, no decepciona.
Llegados a este punto, uno se pregunta: ¿por qué las palabras del Apóstol siguen causando tanto revuelo hoy en día? La respuesta es sencilla, pero no obvia.
¿Por qué las palabras del Santo causan impacto hoy?
Vivimos en una sociedad que asocia el bienestar con la eliminación del dolor, con el control total de cada aspecto de la vida. Como si las tribulaciones fueran algo que hay que evitar a toda costa.
San Pablo, en cambio, nos deja un mensaje que va a contracorriente. No se trata de ignorar las tribulaciones, ni de superarlas rápidamente. Su enseñanza se vuelve aún más intensa cuando las dificultades nos golpean de forma inesperada.
San Pablo, una vez más, responde con una espiritualidad profunda y contracorriente: no hay que huir del sufrimiento, sino entrar en él con fe, porque es allí donde nace la esperanza más firme que cualquier optimismo humano.
Todo esto está expresado por el Santo en una de sus cartas a los Romanos:
“Justificados, pues, por la fe, estamos en paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido, mediante la fe, el acceso a esta gracia en la que estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; la paciencia, virtud probada; y la virtud probada, esperanza.
Y la esperanza no decepciona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado.”
(Fuente: San Pablo, Carta a los Romanos, capítulo 5)
Esta es quizás una de las provocaciones más potentes del Santo Apóstol:
el dolor no debe ser idolatrado, pero tampoco eliminado a toda costa. El dolor debe ser atravesado.
Y ese camino, si se recorre con fe, nos conduce a una esperanza que no defrauda.
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