El pensamiento de Padre Pío, en un discurso aparentemente sencillo y de pocas palabras, toca el corazón del cristianismo con una enseñanza de rara importancia. Son palabras que interpelan y, al mismo tiempo, sorprenden. Su mensaje se refiere al tema de la salvación, que pasa, sin lugar a dudas, por un don del cual podemos “disfrutar” solo en la tierra y no en el Paraíso.
A lo que se refiere el Santo fraile es al dolor y al sufrimiento. Pero aquí surge una pregunta natural: ¿por qué debería considerarse un don? ¿Y por qué no podemos ofrecer este don en el Paraíso? Para comprenderlo mejor, debemos leer con mucha atención sus palabras y detenernos a reflexionar sobre su importancia. Son precisamente esas palabras las que nos devuelven a la esencia del cristianismo y de la perspectiva cristiana.
De hecho, según esta perspectiva, el dolor no es algo que deba simplemente soportarse o incluso evitarse. Padre Pío va mucho más allá: nos enseña que el sufrimiento se convierte en un lugar de encuentro con Dios.
El Santo nos decía, durante su vida terrenal, que “El don de nuestro dolor, de nuestros sufrimientos, es algo grandioso que no podemos ofrecer en el Paraíso” (fuente: pensamientos de Padre Pío).
Por lo tanto, en la perspectiva cristiana, el dolor no es una realidad que haya que soportar o evitar, sino que se vuelve tan importante que se transforma en un lugar de encuentro con Dios. ¿Qué significa esto? Padre Pío, que vivió en carne propia el dolor a través del gesto de cercanía más profundo con Cristo Señor, sabía muy bien que el dolor personal, unido al de Jesucristo, se convierte en una forma altísima de oración y de comunión.
Ciertamente, en el pensamiento del Santo no existía la voluntad de glorificar el dolor en sí mismo. Todo lo contrario: no es el dolor por sí mismo lo que salva, sino el amor con el que se vive y se ofrece. Padre Pío es muy claro en esto. Ofrecer el sufrimiento significa participar con todo el ser en la Cruz de Jesucristo; significa hacer fecundo lo que, humanamente, sería estéril.
Según su pensamiento, es como transformar una herida en una fuente: el dolor se convierte, al mismo tiempo, en oración, intercesión, reflexión y redención para los demás.
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