San Agustín nos deja palabras que aún hoy arden, nacidas de un corazón inquieto y sediento. En su pensamiento se esconde un deseo capaz de cambiarlo todo.
San Agustín representa, sin duda, una de las figuras más influyentes del Cristianismo en todo el mundo. Sus palabras hablan al corazón del ser humano de todos los tiempos. En su Confesión, el gran pensador y Doctor de la Iglesia expresa el deseo profundo del alma humana: encontrar a Dios, amarlo, dejarse embriagar por su presencia. Este pasaje, denso y conmovedor, es un viaje espiritual hacia la sed de lo infinito. En el pensamiento del Santo, cuyas partes cruciales se expresan en su obra más famosa, Las Confesiones, no nos encontramos solo ante palabras religiosas, sino ante el grito de un alma inquieta que ha conocido el vacío de las cosas mundanas.
El pensamiento de San Agustín sobre el tema del amor a Dios es muy claro. El Santo habla de un “mandato” y nos presenta una idea que, si se lee de manera simplista, puede parecer incluso incómoda. Leamos, ante todo, sus palabras, con el fin de comprender mejor su pensamiento. San Agustín nos enseña que:
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