No es solo un dato de crónica: el terremoto que ha devastado Afganistán en los últimos días sigue siendo una herida abierta. La catástrofe no se mide solo en números, sino en rostros, comunidades aisladas y esperanzas puestas a dura prueba.
Como informa Vatican News, el sismo que golpeó a las provincias orientales provocó miles de víctimas y la destrucción de pueblos enteros. Las casas, construidas con materiales débiles, se desmoronaron en pocos segundos, transformando la vida cotidiana en un paisaje de escombros. La montaña, lugar de refugio y tradición, se convirtió en trampa, haciendo muy difícil la intervención de los equipos de rescate.
No se trató solo de un fenómeno natural, sino de una catástrofe amplificada por el aislamiento. Las comunidades afganas, a menudo accesibles solo a través de caminos escarpados, vivieron días en los que la esperanza dependía de la llegada de un helicóptero o de la ayuda de vecinos que excavaban con las manos desnudas. La fuente subraya cómo familias enteras lo han perdido todo y cómo la búsqueda de sobrevivientes fue una lucha contra el tiempo y contra la naturaleza.
En medio de tanto dolor, llegó la cercanía del Papa León XIV. A través del secretario de Estado, cardenal Pietro Parolin, confió a las víctimas a la misericordia de Dios y expresó su solidaridad con las familias afectadas. No un mensaje de circunstancia, sino una invitación a la comunidad internacional a no olvidar a quienes viven en la periferia del mundo. Según se ha sabido, este llamamiento se unió al de organizaciones como Cáritas, comprometidas en ofrecer apoyo concreto.
Afganistán no es ajeno a crisis de este tipo: conflictos, inestabilidad política y pobreza crónica han dejado al país en una condición de constante vulnerabilidad. En este contexto, un terremoto no es solo un fenómeno natural, sino una revelación de las fragilidades estructurales y sociales. La reconstrucción será larga y compleja, no solo en el plano material, sino también en el humano y comunitario.
Hablar hoy de aquel terremoto en Afganistán significa no reducirlo a una página ya archivada de crónica. Es una advertencia para recordar la fragilidad de tantos pueblos olvidados y para interrogar la conciencia internacional. El mensaje del Papa y el compromiso de las agencias humanitarias nos recuerdan que la solidaridad no se mide con la urgencia del momento, sino con la fidelidad en el tiempo.
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