Durante la audiencia general en la plaza de San Pedro, León XIV meditó sobre el grito de Jesús en la cruz, invitando a los fieles a transformar el sufrimiento en oración. El Papa dirigió un pensamiento particular a los niños golpeados por los conflictos en Ucrania, en Gaza y en otras regiones del mundo.
En el marco de una plaza de San Pedro colmada de peregrinos a pesar de la lluvia, León XIV exhortó a los presentes a no dejarse vencer por el desaliento. Saludando a los fieles de lengua árabe, el Papa recordó que el grito del hombre, incluso en los momentos de tribulación, puede convertirse en oración: «Dios siempre escucha a sus hijos y responde en el momento justo».
Un llamamiento particularmente significativo para los cristianos de Tierra Santa, que viven hoy la incertidumbre y el drama de nuevas violencias.
Como informa Avvenire, el Pontífice centró su catequesis en el versículo del Evangelio de Marcos (Mc 15,37), que narra el último grito de Jesús en la cruz. Un grito, explicó, que no es desesperación sino entrega total de sí mismo: dolor, fe, abandono y amor reunidos en un solo gesto.
Jesús, que había vivido en constante comunión con el Padre, experimenta el silencio y la ausencia. Y sin embargo, incluso en ese abismo, su grito se convierte en invocación. León XIV subrayó que este es el signo de una confianza que no se apaga ni siquiera cuando todo parece acabado.
Durante los saludos a los peregrinos polacos, que recordaban a los pequeños víctimas de la Segunda Guerra Mundial, León XIV extendió el pensamiento a los niños que hoy sufren bajo las bombas. «Recuerden en sus oraciones también a los niños de Ucrania, de Gaza y de todas las tierras desgarradas por la guerra», pidió. El Pontífice denunció el dolor inocente que pesa sobre los más pequeños. Invitó además a sostenerlos con solidaridad e iniciativas concretas frente a los conflictos.
Según se supo, el Papa reiteró que el grito no debe entenderse como un gesto desordenado, sino como una expresión auténtica del alma. «Se grita no por desesperación, sino porque se cree que alguien puede escuchar», dijo. Incluso cuando parece que Dios calla, gritar hacia Él significa conservar la esperanza.
Así como el centurión reconoció en Jesús al Hijo de Dios después de haber escuchado su último grito, cada creyente está llamado a reconocer en ese gesto un acto de amor y de fe.
León XIV recordó que retener dentro el sufrimiento puede desgastar, mientras que confiarlo a Dios con sinceridad lo transforma en oración. Gritar es un gesto humano y divino al mismo tiempo, que no deja indiferente el corazón del Padre. «Cuando nuestro grito nace del amor – afirmó – nunca es inútil y nunca queda sin respuesta».
El Papa animó a los fieles a ver en el grito de Jesús un modelo de esperanza, capaz de dar fuerza incluso en los momentos más oscuros.
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Al término de la audiencia, León XIV saludó delegaciones de varios países de Europa, América, Asia y África. A los fieles italianos recordó a los nuevos santos Pier Giorgio Frassati y Carlo Acutis. Los presentó como ejemplo de jóvenes que viven la esperanza cristiana. El Papa saludó también a varios obispos presentes con sus diócesis. Los exhortó a custodiar la fe incluso en las pruebas, confiando siempre en la voluntad del Padre.
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