Un pensamiento simple pero profundo de Padre Pío nos invita a reflexionar sobre el sentido de la confianza en Dios, sobre todo en los momentos difíciles. No solo un consejo espiritual, sino una verdadera estrategia de vida.
Padre Pío nunca hablaba por teoría abstracta. Cada palabra estaba enraizada en su experiencia de hombre probado por sufrimientos físicos y espirituales. “A él debes recurrir en los asaltos del enemigo” no es solo una frase de aliento: es el fruto de una vida vivida en la lucha interior, con fe inquebrantable. El “enemigo” del que habla no debe entenderse solo como una figura externa o el mal espiritual, sino también como los miedos, las dudas y las tentaciones cotidianas que cada creyente experimenta.
Cualquiera conoce esos momentos en los que parece que no se puede más. Ansiedades, fragilidades, cansancio, situaciones que nos ponen a prueba: son los “asaltos” que minan nuestra serenidad. Padre Pío nos invita a no confiar únicamente en nuestras fuerzas, sino a dirigirnos a Dios como refugio y sostén. En un mundo donde a menudo se exalta la autosuficiencia, esta perspectiva puede parecer contracorriente, pero ahí está precisamente su fuerza: reconocer los propios límites se convierte en la puerta para encontrar una ayuda más grande.
“En él debes esperar y de él debes aguardar todo bien”. La segunda parte del pensamiento de Padre Pío lleva la reflexión a un nivel aún más alto. No basta con defenderse del mal: hay que aprender también a cultivar la esperanza. Para el fraile de Pietrelcina, la esperanza no es un sentimiento vago, sino una certeza fundada en la presencia de Dios. Es la actitud de quien no se deja aplastar por las dificultades, sino que sabe que, más allá de la oscuridad, siempre hay una luz.
Hoy, inmersos en crisis sociales, guerras y fragilidades personales, este pensamiento tiene una actualidad casi desarmante. Las personas buscan puntos firmes, y a menudo los encuentran en ideologías o seguridades temporales que no duran. Padre Pío recuerda en cambio que el único bien que no decepciona es el que viene de Dios. Es una invitación a desplazar la mirada de lo inmediato a lo eterno, de lo contingente a lo esencial.
Un detalle curioso está en el lenguaje utilizado: “asaltos del enemigo”. Padre Pío, hombre de paz, recurre sin embargo a una imagen militar, casi de campo de batalla. Esto nos hace comprender que la vida espiritual para él no era un camino tranquilo, sino una lucha cotidiana. No es casual que muchos santos hayan usado la misma imagen: san Pablo hablaba de la “armadura de la fe”, san Ignacio describía el combate interior. Padre Pío se inserta en esta tradición, haciéndola viva y concreta.
Ya seamos creyentes fervientes o simples curiosos, estas palabras abren un espacio de reflexión universal: frente a las dificultades, necesitamos un apoyo que vaya más allá de nuestras fuerzas. Para quien cree, este apoyo es Dios. Para quien está en búsqueda, es una invitación a no cerrarse al horizonte espiritual. En ambos casos, se trata de no afrontar solos el camino.
Padre Pío nos ofrece por tanto una brújula simple pero decisiva: dirigirse a Dios en los momentos difíciles, esperar en Él y aguardar de Él todo bien. Una lección que no es solo religiosa, sino profundamente humana: recordarnos que no estamos solos, que existe un Bien más grande capaz de transformar las pruebas en ocasiones de crecimiento.
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