Carlo Acutis nos deja una pregunta que interpela profundamente, una reflexión que va más allá de la religión y toca el corazón de la existencia.
El Beato Carlo Acutis no hablaba como filósofo ni como teólogo académico, sino como un chico que vivía su cotidianidad como cualquiera, inmerso en el deporte, en el estudio y en la tecnología. Su pregunta no es un reproche abstracto, sino una invitación a mirar más en profundidad. Hoy, la sociedad nos empuja a cuidar la imagen exterior: gimnasio, estética, dietas, filtros fotográficos. Todo esto no es malo en sí mismo, pero se vuelve arriesgado cuando olvidamos que existe una parte más íntima de nosotros, el alma, que espera ser cultivada y custodiada.
La que nos deja Carlo Acutis es una pregunta que nos interpela profundamente: “¿Por qué los hombres se preocupan tanto de la belleza de su cuerpo y luego no se preocupan de la belleza de su alma?”. El cuerpo es frágil, destinado a cambiar y envejecer. La cultura contemporánea, a menudo dominada por las redes sociales, alimenta la ilusión de que la belleza física sea el criterio supremo de valor. Sin embargo, quien se concentra solo en el aspecto exterior corre el riesgo de vivir en la ansiedad de la comparación y en el miedo al juicio ajeno. Carlo Acutis nos recuerda que una persona puede ser perfecta por fuera, pero vacía por dentro: es el alma, con sus valores, su bondad y su autenticidad, la que define la belleza que permanece en el tiempo.
Cuidar el alma significa cultivar la capacidad de amar, de perdonar, de buscar la verdad y de vivir con coherencia. Carlo Acutis decía que “nuestra meta debe ser el infinito, no lo finito”. Esto significa orientar la vida no solo al éxito o a la vanidad, sino al bien más grande. Un corazón puro y un alma luminosa tienen una fuerza atractiva que ningún maquillaje o músculo podrá jamás igualar. Es la belleza interior la que crea relaciones auténticas, la que deja una huella y la que da paz.
El pensamiento de Carlo Acutis resuena con particular fuerza entre los jóvenes, a menudo arrollados por la ansiedad de aparentar. En un mundo que premia la imagen, Carlo nos recuerda que somos más que una foto en un perfil social. Él mismo amaba la tecnología e Internet, pero no dejaba que estas herramientas oscurecieran el centro de su vida: la relación con Dios y con los demás. Su mensaje es sencillo: no os olvidéis de vuestra alma, porque allí reside la belleza que no pasa.
La pregunta de Carlo Acutis nos empuja a hacer una elección cotidiana: ¿queremos vivir cuidando solo lo que los demás ven o queremos ocuparnos de lo que realmente somos? No se trata de renegar del cuerpo, sino de ponerlo al servicio de la vida interior. Solo así la persona se vuelve armoniosa, unida, bella por dentro y por fuera. En el fondo, lo que cuenta no es la perfección estética, sino la capacidad de reflejar esa luz interior que no se apaga.
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