El Evangelio del día del 17 de septiembre nos presenta la imagen de una generación que no sabe escuchar. Jesús nos invita a reconocer los signos de Dios sin quedar prisioneros de críticas e indiferencia.
El pasaje evangélico se abre con una comparación viva: Jesús compara a su generación con niños que se quejan entre ellos, incapaces de ponerse de acuerdo sobre qué hacer. La del Evangelio del día del 17 de septiembre es una imagen que narra la incoherencia del corazón humano, siempre dispuesto a criticar y nunca satisfecho. Juan el Bautista parece demasiado austero, Jesús demasiado convivial: en ambos casos se encuentra un motivo para no escuchar.
Del Evangelio según san Lucas
Lc 7,31-35
En aquel tiempo, el Señor dijo:
«¿Con quién puedo comparar a la gente de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a unos niños que, sentados en la plaza, gritan unos a otros diciendo:
“Os hemos tocado la flauta y no habéis bailado,
hemos entonado un lamento y no habéis llorado”.
Vino, en efecto, Juan el Bautista, que no come pan ni bebe vino, y decís: “Está endemoniado”. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “¡Mirad, un comilón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores!”.
Pero la Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos».
En estas palabras del Señor hay una reflexión muy precisa: cuando el corazón está cerrado, ningún signo basta, ninguna voz convence. Quien rechaza a Juan porque ayuna, rechaza a Jesús porque come y bebe. Es la misma lógica que corre el riesgo de atraparnos también a nosotros: querer someter a Dios a nuestras expectativas en lugar de dejarnos transformar por Él.
Y, sin embargo, el Evangelio no termina en negativo. Jesús concluye con una certeza: “La Sabiduría ha sido reconocida como justa por todos sus hijos”. No todos permanecen ciegos o sordos: hay quienes saben acoger con corazón sencillo. La verdadera sabiduría no está en razonamientos complejos, sino en la disponibilidad de reconocer la voz de Dios en las formas más diversas, ya sea en la austeridad de Juan o en la cercanía convivial de Cristo.
El Evangelio del día del 17 de septiembre nos invita a mirar dentro de nosotros mismos: ¿cuántas veces nos refugiamos en la crítica fácil, incapaces de dejarnos alcanzar por el amor del Señor? ¿Cuántas veces caemos en el papel de espectadores, listos para juzgar, pero no para vivir? Es una invitación a reencontrar la sabiduría del corazón, la que nace de la humildad, de la escucha y de la disponibilidad de dejarnos sorprender por Dios.
Acoger la sabiduría del corazón significa no tener miedo de los modos diversos con los que el Señor se revela. Él habla en la pobreza del Bautista y en la alegría de los banquetes de Jesús. Habla a través de la vida de los santos y en los pliegues de nuestra cotidianidad. La pregunta es si tenemos los ojos y el corazón abiertos para reconocerlo.
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