El Evangelio del día del 21 de septiembre nos anima con una parábola inesperada. Un administrador infiel se convierte en ejemplo no por su honestidad, sino por su inteligencia al reaccionar. Jesús utiliza esta historia para impulsarnos a preguntarnos a quién confiamos realmente nuestra vida: ¿a la riqueza que pasa o a la fidelidad que permanece?
En el Evangelio del día del 21 de septiembre, Jesús describe a un hombre que, aun culpable de mala gestión, no se deja paralizar por el miedo. Sabe que su posición está comprometida y decide moverse con prontitud, asegurándose un futuro. El patrón, en lugar de condenarlo, lo alaba por su astucia. No porque fuera honesto, sino porque supo actuar con inteligencia y determinación. Aquí se revela una primera lección: la fe no es ingenuidad, sino que requiere lucidez, prontitud y capacidad de leer las situaciones de la vida.
Evangelio del día, 21 de septiembre: los hijos de la luz
Del Evangelio según San Lucas
Lc 16,1-13
En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, y este fue acusado ante él de derrochar sus bienes. Lo llamó y le dijo: “¿Qué es lo que oigo decir de ti? Rinde cuentas de tu administración, porque ya no podrás administrar”.
El administrador se dijo a sí mismo: “¿Qué haré ahora que mi señor me quita la administración? Cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que haré para que, cuando sea apartado de la administración, haya alguien que me reciba en su casa”.
Llamó uno por uno a los deudores de su señor y dijo al primero: “¿Cuánto debes a mi señor?”. Él respondió: “Cien barriles de aceite”. Le dijo: “Toma tu recibo, siéntate enseguida y escribe cincuenta”. Luego dijo a otro: “¿Y tú cuánto debes?”. Respondió: “Cien medidas de trigo”.
Le dijo:
“Toma tu recibo y escribe ochenta”. El señor alabó a aquel administrador deshonesto, porque había actuado con astucia. Los hijos de este mundo, en efecto, con los de su misma clase son más astutos que los hijos de la luz.
Pues yo os digo: ganaos amigos con la riqueza injusta, para que, cuando esta falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; y el que es deshonesto en lo poco, también en lo mucho es deshonesto. Si, pues, no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Y si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿quién os dará lo vuestro?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque o bien odiará a uno y amará al otro, o bien se apegará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y a la riqueza».
Jesús contrapone dos actitudes: por un lado, los “hijos de este mundo”, hábiles para defender sus propios intereses; por otro, los “hijos de la luz”, a menudo distraídos y poco preparados. Es un llamado a no vivir la fe de manera superficial, como si bastara un vago sentimiento religioso.
El valor de la fidelidad
El Evangelio del día del 21 de septiembre subraya un principio decisivo: quien es fiel en las cosas pequeñas lo será también en las grandes. Jesús nos invita a mirar lo cotidiano: la honestidad, la justicia, la responsabilidad en las decisiones de cada día son el terreno donde se mide nuestra fidelidad a Dios. No se trata solo de grandes gestos heroicos, sino de coherencia en los detalles de la vida.
Dios o la riqueza
La parábola concluye con palabras claras: “No podéis servir a Dios y a la riqueza”. Aquí el mensaje se vuelve evidente. No es la riqueza en sí lo que se condena, sino la idolatría del dinero, cuando se convierte en un señor que domina la vida y apaga la libertad del corazón. Servir a Dios significa reconocer que todo bien es un don, que debe administrarse con responsabilidad y compartirse con quien tiene menos.
Una elección radical
El Evangelio nos pone frente a una decisión: no podemos permanecer neutrales entre Dios y la riqueza. La verdadera sabiduría es la de quien elige al Señor, poniendo su confianza en Él y no en los bienes materiales. Esta fidelidad se convierte en el secreto de la verdadera alegría y nos abre a las “moradas eternas” preparadas por Dios para quienes han sabido vivir con un corazón libre y generoso.
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