El Evangelio del día del 1 de octubre nos conduce ante uno de los mensajes más exigentes de Jesús: seguirlo significa poner en juego toda la vida, sin reservas ni compromisos.
Con el Evangelio del día del 1 de octubre, nos encontramos frente a una verdad incómoda. Quien desea caminar detrás de Cristo no puede esperar garantías de seguridad ni privilegios. El mismo Jesús afirma que “el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”. Es una llamada fuerte a la libertad interior: quien elige seguirlo debe estar dispuesto a vivir sin apoyarse en seguridades materiales, aceptando una precariedad que se convierte en confianza total en el Padre.
Del Evangelio según San Lucas
Lc 9,57-62
En aquel tiempo, mientras caminaban por el camino, alguien le dijo a Jesús: «Te seguiré adondequiera que vayas». Jesús le respondió: «Las zorras tienen madrigueras y las aves del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar la cabeza».
A otro le dijo: «Sígueme». Pero él contestó: «Señor, permíteme ir primero a enterrar a mi padre». Jesús replicó: «Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú, en cambio, vete a anunciar el Reino de Dios».
Otro le dijo: «Te seguiré, Señor; pero primero déjame despedirme de los de mi casa». Jesús le respondió: «Nadie que pone la mano en el arado y luego mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios».
Dos figuras del relato responden con vacilación. Uno pide volver para enterrar a su padre, el otro para despedirse de la familia. Aparentemente motivos legítimos, y sin embargo Jesús desplaza el horizonte: el Reino de Dios no puede esperar. No significa desprecio de los afectos o de las obligaciones, sino una prioridad clara: cuando el Señor llama, no hay tiempo que perder. Cada vacilación corre el riesgo de convertirse en renuncia.
La frase final del Evangelio es de las más incisivas: “Nadie que pone la mano en el arado y luego mira hacia atrás es apto para el Reino de Dios”. La imagen agrícola es elocuente: quien, arando, se distrae o se vuelve, no traza un surco recto. Así es en la vida de fe: no se puede caminar con Cristo mirando al pasado o permaneciendo prisioneros de lo que se deja. El seguimiento es decisión radical, confianza total, mirada fija hacia adelante.
El Evangelio del día del 1 de octubre nos entrega, por tanto, una lección de libertad: seguir a Cristo no significa perder, sino ganar un sentido nuevo y pleno. Es una llamada que no elimina afectos y responsabilidades, sino que los transfigura, dándoles una amplitud más grande. Solo quien acepta dejar algo por Él, descubre la alegría de recibir mucho más.
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