La lectura del Evangelio del día del 5 de octubre nos coloca ante una de las peticiones más sinceras y universales: «¡Auméntanos la fe!». Es la súplica de quien sabe que la fe no es posesión, sino camino, y que sin ella todo esfuerzo queda frágil.
En el Evangelio del día del 5 de octubre, Jesús responde a los apóstoles con una imagen sencilla pero desconcertante: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza…». Es una fe pequeña, pero viva. No pide realizar milagros espectaculares, sino creer que lo imposible puede suceder cuando uno se confía totalmente a Dios. Ese grano, aparentemente insignificante, es capaz de mover una morera y de cambiar el curso de la vida. Jesús nos recuerda que la fe no es cuestión de cantidad, sino de verdad: incluso una pizca de confianza, si es auténtica, libera energías espirituales inmensas.
Evangelio del día, 5 de octubre: la lógica del servicio
Del Evangelio según san Lucas
Lc 17,5-10
En aquel tiempo, los apóstoles dijeron al Señor: «¡Auméntanos la fe!».
El Señor respondió: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a esta morera: “Arráncate y plántate en el mar”, y os obedecería. ¿Quién de vosotros, si tiene un siervo arando o pastoreando, le dirá cuando regresa del campo: “Ven enseguida y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame de comer, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”? ¿Acaso tiene gratitud hacia el siervo porque ha hecho lo que se le mandó? Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid: “Somos siervos inútiles. Hemos hecho lo que debíamos hacer”».
La segunda parte del Evangelio introduce una escena cotidiana: un siervo que, después del trabajo en el campo, sigue sirviendo en la mesa. Jesús no habla para humillar, sino para educar la mirada. La fe verdadera se traduce en el servicio silencioso, en cumplir el propio deber sin buscar reconocimientos.
«Somos siervos inútiles», dice el discípulo que comprende. No porque su obra carezca de valor, sino porque todo lo que hace nace de la gracia recibida. Es una manera de decir: no vivimos por el mérito, sino por amor.
La fe que crece en el don
El Evangelio del día nos invita a ver la fe como un camino que se alimenta de la confianza cotidiana. No crece con las palabras, sino con los gestos humildes: servir, perdonar, perseverar. Cada acto de amor auténtico se convierte en una semilla que Dios hace germinar. Cuando el hombre deja de medir su propia grandeza y acoge la lógica del don, entonces la fe —aunque sea diminuta— se vuelve capaz de mover montañas.
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