Jesús habla ante una multitud inmensa, pero se dirige ante todo a los discípulos. Les advierte de la “levadura de los fariseos”, es decir, de la hipocresía. Como la levadura que se difunde en toda la masa, así la hipocresía puede infiltrarse silenciosamente en el corazón y en las relaciones. Es la tentación de vivir de apariencias, de mostrar una fe que no corresponde a la verdad interior. Pero Jesús, en el Evangelio del día del 17 de octubre, desenmascara toda doblez: “No hay nada oculto que no llegue a descubrirse”. La luz de Dios lo revela todo, y la verdad, tarde o temprano, siempre encuentra su voz.
Evangelio del día, 17 de octubre: la levadura de la hipocresía
Del Evangelio según san Lucas
Lc 12,1-7
En aquel tiempo, se habían reunido miles de personas, hasta el punto de pisarse unas a otras, y Jesús comenzó a decir, ante todo, a sus discípulos: «Guardaos bien de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no llegue a descubrirse, ni nada secreto que no llegue a conocerse. Por tanto, lo que habéis dicho en la oscuridad será oído a plena luz, y lo que habéis dicho al oído en las habitaciones más internas será proclamado desde las azoteas. Os digo a vosotros, mis amigos: no tengáis miedo de los que matan el cuerpo y después de esto no pueden hacer nada más. Os mostraré a quién debéis temer: temed a aquel que, después de haber dado muerte, tiene el poder de arrojar al infierno. Sí, os lo digo, temed a ese.
¿No se venden cinco pajarillos por dos monedas? Pues bien, ni uno solo de ellos está olvidado ante Dios. Incluso los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No tengáis miedo: ¡valéis más que muchos pajarillos!».
Jesús invita a una coherencia profunda entre lo que se piensa y lo que se vive. La fe no puede relegarse al secreto, no puede quedarse “en las habitaciones más internas”: está llamada a hacerse testimonio, a ser proclamada “desde las azoteas”. No es fácil, porque decir la verdad puede costar caro. Pero quien vive en la luz no teme el juicio de los hombres. El único temor que el discípulo debe tener es el de perder a Dios, de dejarse alejar de Él. Todo lo demás pasa.
No tengáis miedo
“No tengáis miedo”, repite Jesús. Es la clave del pasaje y la palabra clave de la vida cristiana. Quien confía en el Padre no tiene motivo para temer: “Incluso los cabellos de vuestra cabeza están todos contados”. Con esta imagen tan tierna, Jesús nos revela a un Dios atento a los detalles, que no olvida ni siquiera a un pajarillo. La fe no elimina las pruebas, pero les da sentido: somos preciosos a los ojos de Dios, y nada de nuestra vida le es indiferente.
La confianza que libera
El mensaje del Evangelio de hoy es claro: el miedo se vence con la confianza. Cuando vivimos en la verdad y en el amor, toda máscara cae, toda amenaza pierde fuerza. No estamos solos: el Padre nos custodia, y su mirada nunca se aparta de nosotros. Vale la pena vivir en la luz, aunque cueste. Porque quien se confía a Dios nunca será olvidado.
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